Dedicamos hoy la crónica semanal de nuestra web dedicada al mundo de Hermann Künig y la peregrinación, a comentar varios términos cuyos significados son relativamente cercanos: viajeros, turistas, peregrinos, caminantes, excursionistas…

Por Tomás Alvarez

Por los caminos de Compostela no sólo van peregrinos… van muchas clases de viajeros, desde turistas a excursionistas y hasta “turigrinos”.

En general, el término viajero significa «que viaja». Teniendo en cuenta esta definición, un turista o un peregrino serían viajeros. No se incluiría en esta acepción a quien viaja de forma forzosa. Este es el caso de los refugiados.

Refugiados son, según ACNUR, la Agencia de la ONU, quienes huyen de conflictos armados o persecución; aquellos que padecen una situación tan peligrosa que se sienten obligados a cruzar las fronteras internacionales. Aunque el concepto de refugiados se amplía a medida que cambia también la realidad del Planeta. En estos momentos, por ejemplo, son ya habituales los refugiados por los efectos del Cambio Climático. Los desastres debidos a huracanes, sequías o la desaparición de territorios costeros e islas por el aumento de los niveles del mar generan cada año masas de desplazados forzosos.

Peregrinos dando un descanso a sus pies, en Villamayor del Rio, Burgos.

Viajeros, turistas, peregrinos y otros caminantes surcan los mismos caminos; pero los peregrinos se identifican pronto, como estos que dan un merecido descanso a sus pies, en Villamayor del Rio, Burgos. Imagen del grabador Jose Holguera /elcaminodekunig.com

Viajero y explorador

Hay también una significación particular que identifica viajero con explorador. En este sentido, la palabra viajero se utiliza desde la antigüedad para referirse a aquellos hombres que dejaron su tierra y marcharon a conocer tierras y civilizaciones lejanas.

Por poner ejemplos, cabe citar como viajero hispano famoso a Ibn Arabí, nacido en Murcia en 1165, y que avanzó por el norte de África, Arabia, y los territorios de los actuales Israel, Siria, Irak y Turquía. Murió en Damasco, donde su tumba ha sido desde entonces centro de peregrinación. Aunque tal vez el mayor viajero/explorador de la historia fue Ibn Battuta. Nacido en Tánger, marchó en el siglo XIV desde España a Oriente Medio, India y China, en un periplo de mayor recorrido incluso que el que afirmó haber realizado Marco Polo en el final del siglo XIII.

Algunos famosos peregrinos se pueden incluir también entre los grandes viajeros. Así ocurre con los casos de Arnold von Harff o Martiros de Arzendjan.

Personajes del siglo XIX, como el periodista Henry Stanley o el médico David Livingstone, entrarían también en esa categoría de grandes viajeros/exploradores famosos.

Turistas y excursionistas

Se identifica como turista a la persona que acude voluntariamente y con fines de ocio a un lugar fuera de su residencia habitual, donde pernocta. Se trata –generalmente– de un viaje y una estancia programados.

El excursionista se diferencia del turista en que su viaje tiene un mayor componente de esfuerzo personal; dura menos tiempo (generalmente no más de un día) y no suele pernoctar en el lugar al que acude.

Y, finalmente, el peregrino.

¿Qué se entiende por un peregrino? La respuesta es simple: un ser humano que sale de su espacio habitual de vida para acudir a un centro caracterizado por la sacralidad. Y lo sagrado es aquello que se considera digno de culto, veneración o -al menos- un respeto especial. Cabe precisar, no obstante, que los límites del concepto de sacralidad son borrosos; por ejemplo, muchos individuos experimentan un sentimiento de sacralidad ante la bandera de su nación.

Para acudir a los centros o puntos vinculados a la sacralidad, el hombre dejaba la ciudad y se internaba en el campo en busca de la montaña, el lugar venerado o el templo del dios. En esa marcha, se dejaban atrás las murallas de la urbe y se caminaba por el campo. Y de ahí, según algunos, derivaría la palabra peregrino: de per (por) y ager/agri (campo).

Paso de caminantes a la veera del embalse de San Vicente.

Paso de caminantes de una marcha por el itinerario del monje Hermann Künig, a la vera del embalse de San Vicente, en la provincia de León. Imagen Maria Ángeles Fernández

Viajeros, turistas, peregrinos

Tanto la identidad del turista como la del excursionista son distintas de la del peregrino. Este, viaja menos placenteramente que el turista; recorre más espacios que el excursionista y durante más tiempo. Y además, como ya vimos, vincula la realización del viaje al acceso a un lugar provisto de sacralidad.

Evidentemente, las fronteras entre un tipo de viajero y un peregrino a veces no son tan nítidas. Y como muestra de ello podemos recurrir a un ejemplo también mítico: el del suizo Jean Louis Burckhardt (1784 -1817), explorador que estudió el árabe, cambió su nombre y se convirtió al islam. Como mercader árabe recorrió Egipto, Nubia, descubrió la ciudad de Petra, los templos de Abu Simbel y conoció la Meca y Medina.

Burckhardt había estudiado con anterioridad en Lausana y Leipzig, y había contactado con círculos ingleses que le apoyaron para hacer un viaje a las fuentes del Níger. Hoy no se sabe si en realidad era un fiel del islam que peregrinaba a La Meca para cumplir con su fe, un científico que intentaba cartografiar el corazón de África, o sencillamente un extraordinario viajero.

Como un ejemplo extraordinario de peregrinatio tenemos el de la berciana Etheria o Egeria, que viajó a los Santos Lugares en el siglo IV. Esta mujer cruzó transversalmente el imperio romano en un itinerario que es hoy legendario.

Un peregrinaje de tiempos romanos

La viajera nos dejó escrito su propio relato del periplo. Su libro del Itinerarium se encontró a finales del XIX en Italia; un texto procedente de Montecasino y al que le faltaban algunas páginas que pudieran haber permitido datar mejor a la autora. La personalidad de la misma se puede definir sólo en parte: era una mujer acomodada, de peso en el imperio, bien por su importancia religiosa o por su vinculación a las elites gobernantes, tal vez a la familia de Teodosio.

San Valerio, en el siglo VII, escribió una carta a los monjes del Bierzo en loor de Egeria. En ella, la toma como modelo de mujer valerosa; describe en parte su viaje, y parece dar a entender que era originaria del entorno berciano.

Iglesia Santo Sepulcro de Jerusalén

El centro más sagrado de la cristiandad, visitado por peregrinos de todas las épocas: Edículo en medio de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Imagen Rubén Alvarez. elcaminodekunig.com

Egeria atraviesa el sur de la Galia y el norte de Italia, cruza el mar Adriático y llega a Constantinopla hacia el año 381. Luego marcha a Jerusalén; visita ciudades como Belén y Jericó. En el año 382 acude a Egipto, periplo en el que conoce el Mar Rojo, el Sinaí y Alejandría. Luego regresa a Palestina, pasando por el monte Nebo, y Samaria. En el regreso hacia Europa visita Edesa, donde contempla los peces sagrados de los estanques de la diosa Atargartis. Finalmente, pasa a Tarso y, por Galacia y Bitinia, llega a Constantinopla. Es la última etapa de su diario.

Por las huellas de Egeria

La primera vez que oí hablar de la figura de Etheria fue en una visita al monte Nebo, desde donde Moisés contempló la Tierra Prometida. El guía del grupo nos mostró el llamado “altar de Etheria”, un sencillo altar de piedra, ubicado en la parte derecha del actual templo franciscano.

El monte Nebo, que se eleva en la meseta de Transjordania, alcanza allí los 800 metros sobre el nivel del mar. Desde su cima se ofrece un panorama que abraza buena parte de Tierra Santa. Hacia el sur se divisa el Mar Muerto y el desierto de Judá; al oeste el valle del Jordán y las montañas de Judea y Samaria. Al oeste, especialmente en los días claros, es también visible Belén, las cúpulas de Jerusalén y el oasis de Jericó. Allí ya se edificó en el siglo IV una iglesia con tres ábsides, lugar que fue visitado por la viajera berciana en el año 393. Todo un mundo que ha sido y es la gran Meca de las peregrinaciones cristianas.

Sobre la peregrinación y la industria turística

Recientemente, han aparecido diversos reportajes en los medios de comunicación, en los que se destaca el crecimiento de una industria turística en torno al Camino, especializada en facilitar al máximo el viaje.

La empresas ofertan alojamiento en establecimientos de lujo; facilitan el traslado del equipaje en un vehículo encargado de ello; invitan al viajero a recorrer a pie una parte de la etapa, recogiéndolo cuando se cansa, para continuar en un cómodo vehículo hasta el fin de etapa… En definitiva se facilita así al viajero la posibilidad de convertir lo que antaño era una marcha de sacrificio y sudor, en un placentero paseo de goce paisajístico y gastronómico; con descanso en hotel con espá y mullida cama.

No han faltado estos días en los medios ni en las redes sociales las descalificaciones a tales comodidades, indicando que eso no es peregrinaje; aunque la realidad histórica no apoyaría tales descalificaciones.

Desde la antigüedad medieval hubo peregrinos de alto nivel que viajaron con gran acompañamiento. Aquellos viajeros poderosos no iban en un automóvil, pero lo hacían en magníficas cabalgaduras, con carros y acémilas de apoyo transportando  las viandas; con cocineros para preparar los yantares, y hasta herreros encargados de cuidar que los animales no quedasen inútiles por los caminos, a causa del mal estado de los herrajes.

Arnold von Harff

Arnold von Harff orando en la capilla de la Epifanía (Colonia) por el éxito de su gran viaje. Dibujo del texto de su peregrinación, año 1500.

Desde los potentados a los nuevos ídolos

Siempre hubo ricos e indigentes en el Camino. Unos y otros pudieron ser considerados como peregrinos. La única razón para decir que esos viajeros de hotel de cinco estrellas no son peregrinos podría estar en el motivo del viaje. La esencia del peregrinaje no es el nivel del sacrificio, sino la marcha hacia un lugar objeto relacionado con la sacralidad y la veneración.

El debate podría ser otro: sobre el concepto de veneración… En nuestra sociedad surgen personajes que se transforman en seres venerados, reverenciados, por las masas. Así ocurre con famosos del cine, la música o el deporte… Y millares de seres humanos viajan a los lugares donde nacieron o están sepultados esos individuos icónicos.

¿Es peregrino el que hace un viaje a Menphis (EE.UU.) para conocer la casa de Elvis Presley y llevar unas rosas a tumba? Yo afirmaría que sí lo es. Durante décadas, el cine y los medios de masas hicieron de este cantante un “ídolo” fulgurante de la música del siglo XX. Sus fans le veneraron y lo siguen venerando, con pasión. Para ellos, Elvis es digno de veneración.

Los grandes “ídolos” de la cultura de masas concitan el interés de millones de personas, no sólo durante su vida, sino en la posteridad. Y así podemos ver gentes que van al mausoleo de Kemal Atatürk, el  fundador de la moderna Turquía; otros que acuden a depositar una rosa en la tumba de Marx, o a quienes dejan el carmín de sus labios en la lápida que cubre el cuerpo de Marilyn Monroe. Todos los personajes citados son “objeto de culto” en nuestro tiempo; lo mismo que lo fueron hace dos mil años los grandes triunfadores de las olimpiadas.

…Y los “turigrinos”

Para terminar este comentario, una alusión al “turigrino”. Esta es una denominación que se suele adjudicar a quien se aprovecha de la infraestructura enfocada a los peregrinos para, en realidad, hacer turismo, sin preocuparse por el esfuerzo físico, el conocimiento cultural, desarrollo personal o espiritualidad alguna.

Ciertamente, el turigrino es un resultado de la adulteración de la peregrinación, que se fomenta desde las propias instancias oficiales, interesadas más en los rendimientos económicos del sector turismo que en la espiritualidad y la tradición jacobea.

Tradicionalmente, el peregrino del pasado realizaba una marcha incierta, de ida y vuelta; avanzaba con un afán de superación personal y una ruta personalizada en función de su propia iniciativa. En cambio, en la actualidad el viaje se adecúa cada vez más a una especie de “oferta turística de urgencia”. Ya no hace falta el recorrido de ida y vuelta; ni siquiera el interés por la cultura o la espiritualidad.  El viaje es, sencillamente, una oferta turística de la propia Xunta de Galicia, que ha suplantado con su iniciativa a la de la propia Iglesia, y cuyo objetivo es alcanzar una cifra alta de viajeros y de negocio turístico.

A todo esto colabora el propio diseño de la “Compostela”, la popular credencial del peregrino, que se otorga a mucha gente que en realidad no ha peregrinado.

Llegar desde cualquier rincón de España en tren a Sarria, para avanzar unas decenas de kilómetros hasta Compostela, en una senda atiborrada de viajeros; y tomar luego el avión para retornar al punto de origen, no es una peregrinación; esto se está pareciendo cada vez más a una excursión, a un recorrido de parque temático.