Por Tomás Alvarez
la peregrinación del obispo Martiros de Arzendjan, Armenia, fue una de las más llamativas y novelescas del siglo XV, hecha en los mismos días en los que Hermann Künig escribió su guía para peregrinos.
La traducción del relato, escrito originalmente en armenio, se publicó con comentarios en 1827, en París, por Antoine Jean Saint-Martin, del Instituto de Francia, con el título Relation d’un voyage fait en Europe e dans l’Océan Atlantique, à la fin du XVe siècle, sous le règne de Charles VIII, par Martyr, évêque d’Arzendjan.
Según esta traducción, el obispo habitaba en el monasterio de san Ciriaco en Norkiegh, una montaña cercana a Arzendjan, población situada cerca del alto Éufrates. Desde allí emprendió un duro viaje hacia Occidente realizado entre 1489 y 1496. El traductor advierte sobre ciertas dificultades e incoherencias en el texto traducido, una copia del libro original, hecha en 1684 en Constantinopla, con abundancia de palabras turcas en el texto armenio.
Un tiempo de grandes viajes
Tiene elevado interés este documento que narra un periplo inmenso, en un tiempo en el que andaban por los caminos del mundo viajeros como Hermann Künig, autor de la primera guía moderna jacobea; Arnold von Harff peregrino por Europa, Asia y África; el viajero y cartógrafo Jerónimo Münzer, y el propio Cristóbal Colón.
También fue un duro tiempo para Armenia constreñida entre los embates dominadores de persas y otomanos. Estos últimos acababan de conquistar Constantinopla algo más de tres décadas antes.
El obispo Martiros de Arzendjan, conocido también como Martyr, salió de su monasterio el 29 de octubre de 1489 y en julio del año siguiente tomó un barco en Constantinopla hacia la opulenta ciudad de Venecia. Esta ciudad le deslumbró con su gran iglesia, los leones dorados y el conjunto de los cuatro caballos de bronce robados por los cruzados en Constantinopla.
Martiros de Arzendjan en Roma
Más tarde el viajero alcanzará Roma, donde orará ante los cuerpos de los santos apóstoles Pedro y Pablo. La ciudad –apunta el viajero- tenía 2.774 iglesias y 8.000 tumbas de santos.
Tres veces se entrevistó Martiros con el papa Inocencio VIII, quien le entregaría una carta que habría de servirle para facilitarle el viaje por tierras de toda Europa. Tanta atención papal refleja sin duda el interés de la Santa Sede por el cristianismo de tan alejadas tierras.
De Roma partió el religioso hacia Constanza; luego acudiría a Basilea, donde le detuvieron creyendo que era un espía. Tras pasar por Estrasburgo, alcanzará Colonia, otra urbe que le maravillará con la tumba de los Reyes Magos y las reliquias de 12.000 santos.
El obispo pasará a continuación por Flandes e Inglaterra, tierra de grandes comedores de pescado, antes de alcanzar París.
La seducción de París
Es curioso cómo tanto Künig como Martiros quedan seducidos por la capital francesa. Nunca he visto en la tierra una ciudad igual, escribió Künig en su guía. ¡Qué hombre podría describir la belleza de esta villa!, escribió Martiros en su relato.
El prelado avanzó hacia el sur por la Vía Turonense, hasta Bayona, y luego continuó por el Norte de España. El viajero cita su paso por Portugalete, Santander, Santillana y Oviedo, ciudad de gran atractivo jacobeo por su magnífico relicario sacro. Finalmente, tras pasar por Betanzos, llegará a Compostela.
En Santiago se emocionará el armenio ante la tumba del Apóstol: Me acerqué a la tumba, la adoré con la faz en tierra e imploré la remisión de mis pecados, los de mis padres y mis bienhechores. Fue un acto en el que el viajero mostró una conmovedora efusión de lágrimas.
Entre las descripciones de la catedral, el obispo alaba el Pórtico de la Gloria de una belleza tan exquisita que es imposible describir.
Santiago y Finisterre
Tras pasar casi tres meses en la población, acabó marchando de ella porque era una ciudad cara. De allí partiría hacia Finisterre, donde narra el encuentro con ciertas bestias salvajes.
El obispo Martiros alude en esta fase del relato el encuentro con un desconocido y peligroso animal llamado wakner, el paso por el país de Holani, donde los habitantes se nutren de pescado, y sus estancia en lugares donde no entendía la lengua, pero que le atendieron amablemente al ver la credencial firmada por el papa.
Esta fase del relato tiene numerosas deficiencias, aunque pudiera entenderse que regresó desde Compostela por León (él Holani que cita Martiros pudo ser una mala comprensión de Leone), desde donde subiría de nuevo hacia la costa cantábrica, para pasar por el famoso puente medieval de San Vicente de la Barquera, el mayor de la España de aquel tiempo (habla de un puente de 68 arcos), desde donde continuaría hacia Guetaria.
Se ha especulado bastante con el monstruo Wakner, aunque lo más probable es que se refiera a un oso, antaño común en todo el norte de España. Respecto al lenguage que es incapaz de entender, obviamente está refiriendose a la lengua vascuence.
La magnífica torre de la catedral de San Salvador de Oviedo, famosa desde la Edad Media por tu inmenso relicario. Imagen de guiarte.com
Desde la «bendita villa de Guetaria», el obispo embarcará en una nave que va a dar la vuelta al mundo. Previsiblemente se trata de uno de los navíos que Colón utilizó en el segundo viaje, y que le condujo hasta Cádiz.
En relación a este asunto, Antoine Jean Saint-Martin recuerda en la introducción de la traducción del relato armenio que los marinos vascos fueron esenciales en aquel tiempo en las actividades marítimas españolas; asimismo, afirma que sus pesqueros, al igual que los bretones, alcanzaban ya entonces, las costas de Islandia y Terranova.
Una vez en tierra, Martiros emprenderá viaje a Extremadura para conocer el monasterio de Guadalupe, un centro de gran interés para los viajeros que la época; por él que pasó también en aquel tiempo Jerónimo Münzer. Tras esta visita, retornó el peregrino a Sevilla, donde pudo ver a la reina Isabel la Católica.
Martiros de Arzendjan: un difícil retorno
El obispo Armenio partió seguidamente en barco, pero por las condiciones del mar se detuvo en Salobreña, desde donde avanzará hacia las Alpujarras y Granada, grande y rica villa que poco tiempo antes había sido conquistada por los Reyes Católicos. Allí se detuvo once días. Luego avanzaría por Baeza, Chinchilla, Almansa y Játiva, en un viaje en el padeció problemas de salud en dos ocasiones.
El largo periplo continuó por Valencia, Barcelona, Perpiñán y Sicilia hasta llegar a Milán. La inclusión de Sicilia en este itinerario pudiera ser un error, tal vez resultado de confundir este nombre con Saboya, por donde sí tuvo que pasar, necesariamente.
Con posterioridad, el obispo alcanzará Génova donde se embarcó para volver a su país. Una tempestad motivó la interrupción del viaje, siguiendo por tierra de nuevo hacia Roma, a donde llegó en febrero de 1496.
Finalmente, Martiros de Arzendjan se embarcó de vuelta seguramente en Ostia. El relato no revela más datos concretos del retorno. Finaliza con un párrafo desalentador: fue un viaje lleno de infortunios tales que hubiera preferido sufrir más bien la muerte que padecer tales peligros.
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