Por Tomás Alvarez
El Renacimiento fue una época de notables viajeros a Compostela, aunque en esta época la mayoría de ellos mostraron más interés en el conocimiento del país que en devociones y milagros: uno de ellos fue Antoine de Lalaing.
Antoine o Antonio de Lalaing fue un noble de Flandes, señor de Montigny, nacido en Lalaing, (Francia), hacia 1480, y muerto en 1540 en la ciudad de Gante. Su viaje a España tuvo lugar como acompañante de Felipe el Hermoso, entre 1501 y 1503.
Este noble, que más tarde sería también conde de Hoogstraten y caballero del Toisón de Oro. Estuvo casado con Isabel de Coulemburgo, prima de Carlos V, y tuvo notables responsabilidades en los Países Bajos; allí alcanzó el cargo de gobernador de Holanda y Zelanda.
De Burgos a León.
En su relación del viaje a España, el viajero cuenta cómo en Burgos abandonó la comitiva con otros dos jóvenes caballeros, Carlos de Lannoy, señor de Senzeille, y Antonio de Quiévranis, señor de Monceau, para iniciar el viaje hasta Santiago de Compostela.
Los tres peregrinos llegaron el primer día hasta Castrojeriz. En los siguientes continuaron por Carrión de los Condes, Calzadilla de la Cueza y Sahagún, lugar donde visitaron el monasterio benedictino y conocieron la tumba de Alfonso VI.
Amantes de conocer asuntos históricos, en León se interesaron especialmente por su cualidad de antigua capital real; allí visitarían en la catedral la tumba de Ordoño II, así como el Panteón Real de San Isidoro.
El relato de Antoine de Lalaing apunta en León otro detalle que pocos años antes había detectado Hermann Künig: el negocio de la producción de productos jacobeos. El viajero se referirá a la fabricación y venta en la ciudad de recuerdos santiagueños, como imágenes del Santo o rosarios de azabache, que luego volverá a ver en Compostela.
El Camino de San Salvador.
Desde León los tres nobles avanzaron hacia Asturias, cruzando la Cordillera. En el relato del paso, Lalaing describirá la dureza de la región. En Oviedo los nobles flamencos se maravillarán ante la profusión de reliquias y joyas de la catedral de San Salvador, entre ellas la cruz de los Ángeles. También les llamaría la atención las últimas obras del edificio, donde estaba participando entonces Juan de Badajoz el Viejo.
El recorrido entre León y Oviedo fue muy popular entre los viajeros jacobeos desde la Edad Media. El propio Künig especifica las tres alternativas para llegar a Santiago desde León: por Oviedo; por Astorga y Foncebadón, o por Santa Marina del Rey – Cerezal de Tremor, la ruta más fácil que cruza los Montes de León sin subir montañas.
De Oviedo marcharon a Avilés, con intención de llegar por mar a La Coruña. Ante la falta de viento, continuaron por tierra. En este recorrido Lalaing cita otro paso que también llamaría la atención, siglos más tarde, del peregrino Guillaume Manier: el puente que tiembla, que no es otro que el cruce de la ría de Ribadeo en barca.
El recorrido desde Burgos a Santiago fue realizado con rapidez. Partieron de la capital castellana el 19 de febrero y el 6 de marzo ya oyeron misa en la catedral compostelana. En la ciudad gallega fueron agasajados por su cualidad nobiliaria y su vinculación al séquito de Felipe el Hermoso.
Retorno hacia Benavente.
El día ocho de marzo iniciaron el retorno hacia Astorga y Benavente. En el viaje de vuelta se encontraron con otros grupos de la comitiva flamenca, en camino a Compostela; uno de ellos estaba encabezado por el obispo de Cambray, Hendrik van Glymes. Este era entonces consejero de Felipe el Hermoso y había oficiado en su enlace con Juana de Castilla, en 1496.
El conde Benavente alojó a los viajeros en su palacio y les mostró sus lujosas dependencias y jardines. Lalaing consideró a aquella fortaleza como una de las más importantes de España.
La visita del viajero flamenco al castillo de Benavente recuerda la efectuada por Jerónimo Münzer, un lustro antes, en la que el alemán se asombró ante el magnífico conjunto de animales exóticos del Conde y la grandeza de su palacio. Este y los alcázares de Granada y Sevilla eran –según Münzer- los más magnificentes de España en aquella época.
Antoine de Lalaing y la atracción compostelana.
Tras diecisiete días del viaje de vuelta, los nobles flamencos se reencontraron en Madrid con la comitiva de Felipe el Hermoso, quien sería más tarde Felipe I de la Corona de Castilla.
El viaje de Lalaing y sus dos compañeros, y el encuentro de este con otros dos grupos de acompañantes que aprovecharon el viaje de Felipe el Hermoso para acercarse a Compostela, nos muestra el enorme atractivo que Santiago de Compostela tuvo en el final de la Edad Media y el Renacimiento para los peregrinos flamencos.
En general, durante esta época del Renacimiento, son abundantes los textos de viajes a Santiago de Compostela realizados desde de toda Europa. Así, conocemos los relatos de Sebastián Ilsung (1457), noble de Augsburgo; del Barón Leo von Rozmithal (1465), cuñado del rey de Bohemia; de Arnold von Harff (1496), otro noble de Colonia; de Jerónimo Munzer (1494), humanista y cartógrafo de Núremberg, aparte de la famosa guía de Hermann Künig, publicada en 1495.
Otro sorprendente peregrino de esta época fue el obispo armenio Martiros de Arzendjan, quien realizó un viaje novelesco, entre 1486 y 1496.
Apenas tres décadas más tarde, la peregrinación sufriría un duro golpe con la llegada de la Reforma protestante que afectó a buena parte de Europa.
[…] Antoine de Lalaing. […]
[…] muchos viajeros avanzaron por el interior peninsular, tales como Antoine de Lalaing, quien fue gobernador de los Países Bajos en el siglo XVI, y viajó con otros tres nobles hasta […]