torre de la catedral de Oviedo

La magnífica torre de la catedral de San Salvador de Oviedo, famosa desde la Edad Media por su inmenso relicario. Imagen de guiarte.com

Por Tomás Álvarez

Uno de los relatos viajeros más curiosos de los realizados hasta Compostela fue el de Guillaume Manier y otros tres jóvenes de Picardía, picaros y aventureros, que recorrieron los caminos de Francia y España en 1726 y 1727.

La crónica de Gillaume Manier es notable por los datos que revela y por lo que tiene de original. Este sastre, que inicia el viaje a los 22 años de edad, publicará su libro diez años después de hacer el viaje; tiempo que aprovechará para corregir sus apuntes originales e intercalar en el texto definitivo datos recogidos de otros autores; entre ellos Claude de Varennes. En su narración aparecerán desde las curiosidades del viaje a las intrigas entre los componentes del grupo, la admiración hacia el arte o las muchachas de los pueblos recorridos, padecimientos, costumbres o listados de reliquias.

En nuestra sección dedicada a los Grandes Viajeros, que iniciamos con la referencia a Nicola Albani, ahora incluimos a Guillaume Manier y su obra Voyage d’Espagne.

Guillaume Manier y el impulso peregrino

Manier nació en Carlepont, hacia 1703/4. Un día de Junio de 1726 quedó impresionado al contemplar el regreso a su pueblo de cuatro jóvenes peregrinos; habían viajado a Saint Claude (Franco Condado) fueron recibidos con cierta solemnidad a la llegada a su lugar de origen.

Aquel día, Guillaume sintió el impulso de marchar a Santiago para vivir nuevas experiencias. De paso, el viaje le permitiría escapar de la presión de su capitán de milicia, que le había prestado dinero y le exigía su devolución.

Partirá con Antoine Delaplace (Delorme), Antoine Vaudry (La Couture) y Jean Harmand. Con ellos correrá aventuras de todo tipo, entre las que no faltaron disputas y peleas entre el grupo. De hecho, tras la llegada a Compostela, el retorno lo harán habitualmente disgregados.

Con lo vivido y lo que copiará de otros libros y folletos precedentes, Manier integrará un relato que revela datos y costumbres de gran interés para el conocimiento de la sociedad de la época y la peregrinación, cuando esta se hallaba ya en decadencia.

El inicio de la marcha

La marcha fue preparada con detenimiento. Tras anunciar el viaje al cura del lugar, Manier venderá propiedades, conseguirá un certificado del obispo, encargará un bordón y hasta arrendará la casa. La gavilla partirá hacia el sur el día 26 de julio, y tras recorrer los primeros 21 kilómetros hallará descanso en Pierrefonds.

En este viaje de ida a la Ciudad del Apóstol, los jóvenes de Carlepont realizarán prácticamente el itinerario que propone Künig en su viaje entre Aquisgrán y Compostela; el Camino Bajo o Niederstrasse.

Pierrefonds castillo

El primer día, Manier llegó hasta Pierrefonds, en el camino hacia París, Castillo de Pierrefonds según l’illustration Européenne. 1872. Commons.wikimedia

El día 28 los muchachos alcanzarán Paris, donde son bien acogidos en el hospital de  Saint-Gervais,  “nous avons couché et soupé à merveille”, escribe Manier. Allá los viajeros permanecerán dos días más, y maravillarán sus ojos en una feria donde ven leones, tigres y hasta un oso.

De París, Guillaume Manier aporta una exhaustiva relación de monumentos, iglesias y reliquias. Hará lo mismo al referirse a otras ciudades. Sin duda, los datos no son producto de su observación, sino de la apropiación de otros textos.

Las obras de Carlomagno

El joven equipo continuará hacia el sur por la Vía Turonense, visitando el día 4 Orleans, donde está la catedral hecha –según Manier- por Carlomagno. No será la única vez que atribuye una obra de arte gratuitamente a Carlomagno; algo más adelante lo hará en Saintes, y en Galicia atribuirá al emperador la propia catedral compostelana.

En el viaje siguen hacia Blois, donde se asombra al ver varios cadáveres colgados y descoyuntados: uno por robar una carroza y otro por cohabitar con una vaca. Manier toma a menudo nota de los detalles extraños que oye. En este caso, afirma que de la coyunda entre hombre y bestia un “monstruo vino al mundo y fue quemado con este desgraciado”.

Ya en el camino a Amboise, el muchacho avanza solo, lentamente, con los pies destrozados. Un jinete le recogió y le dio un remedio para endurecer sus extremidades: sebo de vela, aguardiente y aceite de oliva fundidos. El ungüento debió funcionar porque escribe “hace maravillas”.

Viñedos y rencillas

Un aspecto curioso de esta peregrinación es que los cuatro muchachos no pasarán por Tours. Desde Amboise tomarán un camino más recto hasta Chatellerault, cerca de Poitiers, lo que les ahorrará algo más de diez kilómetros de recorrido.

Irán los viajeros por tierras de viñedos y lugares donde había bandoleros. Las fuerzas del orden vigilaban la ruta y ellos temieron ser capturados y llevados a servir a algún navío.

En Blaye embarcan para cruzar el estuario del Garona en dirección a Burdeos. Por allí ya empiezan a surgir rencillas en el equipo y Manier acabará solo tomando el barco para Burdeos, aviado con una buena calabaza de vino y doce sardinas hechas a la parrilla.

Burdeos le asombró por la multitud de barcos –más de 200- que hacían del puerto un bosque de mástiles. Era tiempo de vendimia y una vez reconciliada la compañía de los peregrinos de Carlepont, estos decidieron buscar trabajo como vendimiadores, mientras unos de ellos, que viajaba enfermo desde Blaye, se recuperaba en el hospital.

Tras la gran ciudad de Burdeos, pasaran por las Landas “el país más aburrido del mundo”. Descubren las extensiones de pinos, de los que se obtiene la resina, útil para hacer velas. Luego, avanzan hacia Dax, donde conocen sus famosos baños, y Bayona.

La importacia jacobea de Bayona

Como en el texto de Künig, en el de Manier tambien destaca el valor jacobeo de la ciudad de Bayona. Por allí se canaliza un gran flujo de peregrinos hacia Santiago, tal como refrendan las crónicas y hasta las canciones del peregrinaje. Allí está la casa de Madame Belcourt, con la concha de vieira pegada sobre la puerta. Manier dice que esta mujer es bienamada por los peregrinos y conocida en todo el mundo por su atención.

Una visita a un personaje histórico: al día siguiente de su llegada acudieron a la hermosa residencia donde habitaba la reina viuda de España (la viuda de Carlos II, María Ana del Palatinado-Neoburgo). Esperaron infructuosamente ante la puerta a que les dieran unas monedas, pero acabaron escapando de allí, perseguidos por un centinela.

De nuevo se vuelven a producir disensiones, que se olvidan con la sidra exquisita. Tienen dificultades para pasar el Bidasoa porque el barquero no los quiere llevar, e intentan cruzar el río por la noche sobre haces de maíz, aunque un fraile premostratense, que venía de España, consiguió que el barquero los transportase.

La mujer, en la mirada de los viajeros

La llegada a Irún les produce alegría por la belleza de las mujeres, vestidas de fiesta; el narrador contrapone esa hermosura al aspecto de los hombres. También se muestra desolado por la dificultad para entenderse con las gentes que hablan “vizcaíno”.

Manier vuelve a peregrinar solo, tras pelearse con Delorme. Para su desdicha, en Hernani será arrestado. Un coronel le identifica como desertor de Francia y dice que su sombrero era robado. La llegada de los compañeros, le salvará de ir a prisión.

carro chillón

En el norte de España pervivió hasta épocas recientes el carro chillón. Manier lo vio en el País Vasco. En la imagen, carro chillón recogido en una casa de la Cabrera, León. Imagen de Guiarte.com

Siguen los cuatro por Tolosa, Villafranca, Beasaín… En el mundo rural vasco ven cómo los campesinos usan el pequeño carro chillón; y alcanzan el Puerto de San Adrian. “Esta montaña es una de las más altas del mundo, se necesitan dos horas para alcanzarla. Y al llegar allí, se ve una roca tan grande, de una pieza, como el castillo más grande que uno pueda imaginar. En medio hay un agujero perforado (…) Dentro hay una capilla y una taberna».

A Santo Domingo de la Calzada

Tras pasar por Zalduendo avanzarán a Vitoria, Miranda de Ebro, Pancorbo. Allí pierden el camino; en lugar de seguir hacia Burgos retroceden a Santo Domingo de la Calzada.

En esta ciudad, narrará Manier pormenorizadamente la historia del milagro; visitará la catedral, con el gallinero sacro pintado de azul,  y recogerá sus plumas: “a cada peregrino se le dan dos o tres plumas de la raza de estas gallinas y gallos”. Entre las “maravillas” que ve en la iglesia está la  “la camisa del peregrino y la horca”.

Avanzará el grupo luego hacia el oeste por Grañón, Belorado y Villafranca Montes de Oca para alcanzar Burgos; ciudad donde se maravillarán ante el famoso Cristo del convento de los agustinos: “Este Cristo de Burgos no ha sido hecho por una mano humana. (….) y hace milagros todos los días”.

En el hospital burgalés, Guillaume Manier fue atracado por un calderero francés que le robó en el cambio. También en Burgos  tuvo una dura pelea con su compañero Harmand, en cuyo cuerpo rompió el bordón, un incidente que no llegó a más merced a la intervención del calderero galo.

Manier y el viaje de descubrimientos

Al registrar el paso por el convento de los antonianos, antes de Castrojeriz, Manier nos deja constancia de la cirugía que se practicaba en el centro a los enfermos de ergotismo. “Estos padres -escribe- por el menor inconveniente cortan los brazos o las piernas y los cuelgan en la puerta del hospital”.

antonianos castrojeriz

En el viaje pasaron ante el monasterio de los antonianos, en Castrojeriz, ahora en ruinas. Foto de Tomás Alvarez

Los descubrimientos abundan en el avance hacia Compostela; entre ellos la molienda del pimentón en Castrojeriz, o las guindillas en Mansilla de las Mulas. La atracción por las mozas del Camino también será habitual. Se vuelve a expresar a su paso por el entorno de Sahagún y se notará mucho más en Cacabelos, donde Delorme se complació en “acariciar a las españolitas”. En esta ocasión estuvo a punto de ser acuchillado por dos oficiales de infantería españolas.

También hay diversas referencias al calzado. En Villamoros Menier acaba de destrozar un calzado desconocido antes para él, las alpargatas que compro en Burgos.

Hospitalidad leonesa

En León admiran la catedral y el hospital de San Marcos “que es como una casa real”. A su regreso conocerán otro muy destacado, el de San Antonio.

Los cuatro de Carlepont disfrutarán del vino en León, donde admiran los pellejos en los que se guarda el líquido y las tazas de madera con las que beben. Pasarán luego por San Martín del Camino, donde les dieron una libra de pan y medio cuarto de mantequilla, metida en piel, como una morcilla. Allí usarán aceite de oliva para hacer sopas.

De camino a Astorga duermen por primera vez a las estrellas, en un corral de ovejas, sobre paja larga. Y en la vieja Asturica romana verán una catedral casi nueva y hallaran un peregrino recién muerto en el hospital.

El sainete de Salceda

Manier continúa por el Bierzo hacia el Cebrero para alcanzar Sarriá, donde ha de comprar nuevos zapatos (de mal cuero).

En opiniñon del peregrino francés, Galicia es  “la provincia más pobre de España”. Y en la Galicia profunda se desarrollará una escena cómica. Ocurre en Salceda, donde duermen.

El método del país –escribe – es que hombres y mujeres duermen completamente vestidos y se cambian de ropa dos veces al año. Los bueyes duermen en la misma casa, separados por un palo y pesebre para comer. Los cerdos y otras reses son libres de hacer la patrulla de la noche, por cada rincón de la casa”.

En esa situación, “tendidos frente al fuego sobre tres o cuatro hebras de paja” llegó la hora de la patrulla de los cerdos, que se unieron a los peregrinos y olieron un nabo que Harmand llevaba en su bolsa, desde más de cincuenta leguas atrás. El más audaz de estos cerdos envistió al pobre Harmand, y a la bolsa que tenía debajo de su cabeza. El animal dio un gran golpe al saco para conseguir el nabo; al tiempo que tomó la bolsa y una parte de la cabellera del muchacho, arrastrándolo a cuatro pasos de distancia. Este último, sintiéndose atacado estalló en gritos y despertó a todos. Encendidas las lámparas,  descubrieron la escena, y la batalla entre los cerdos para compartir el nabo. Fue el jolgorio de los gallegos, interrumpido por  los juramentos execrables del francés, fuera de sí.

Y al fin, Santiago

La historia de los cerdos nos revela otro dato. Era costumbre de que entre un grupo de peregrinos hubiese una especie de competencia para la elección de un  “rey” del grupo; título adjudicado al primero que divisaba Compostela. Y a este Rey se le hacía un homenaje, para el que llevaba Harmand – en el caso anterior- un nabo recogido  en tierras leonesas, con el que quería hacer un fricasé (Guiso de carne y hortalizas)

Finalmente, la llegada a Santiago ocurrió el 1 de noviembre- Manier fue el primero en ver las torres de la ciudad, con lo que se alzó con un titulo regio, aunque no pudo gozar del guiso del nabo. Describirá la ciudad como mercantil y amable con el viajero.

Es famoso en su texto, el relato de las atenciones al peregrino: Después de orar en la catedral acudió al convento de San Francisco (Saint-François de Chocolante) (donde dan a las 11 en punto: buen pan, sopa y  carne); luego irá a los benedictinos de San Martín Pinario (sopa, bacalao y carne y pan); En el convento de Santa Teresa  atienden a la una (pan y carne); Una hora más tarde, en los jesuitas (pan); a las cuatro en punto, en al convento de Santo Domingo (cena de sopa) y luego a dormir.

Cuatro dias para conocer la urbe

Al día siguiente retornan a la catedral para confesarse, comulgar y comprar el certificado de viaje; luego los cuatro irán a pedir al palacio del obispo. Muchos detalles de la iglesia, ceremonias, músicas, coros, órganos, canónigos, vestimentas y la riqueza general en las capillas y el tesoro… También describirá con admiración el hospital que es como “una casa real”. En este centro había unas cadenas en las que se ataba a los delincuentes para escarnio, alumbrados por la noche con una lámpara para que se les reconozca.

Igesia desan francisco santiago de compostela

Iglesia del convento de San Francisco, en Santiago; en el que Manier inició su famosa ruta de la gastronomía gratuita. Imagen de Tomás Alvarez

La jornada posterior la dedicarían a ver la ciudad, donde les llamó la atención ver a un escocés de raza negra “como la pimienta” y que era la admiración de los más de cincuenta comensales del convento de San Martín. No faltarán en la visita las compras de rosarios y conchas. Tampoco faltó la celebración del “Rey”, con vino y sardinas.

El puente que tiembla

El 5 de noviembre emprenderán el regreso por Sobrado de los Monjes, Villalba, Mondoñedo y Ribadeo. La narración del paso de la ría, por el “puente que tiembla” es impresionante. No es un puente físico sino una barcaza que pasa al viajero a la otra orilla por “dos cuartos”.

La experiencia es terrible. “Ves las espantosas olas del mar lanzándose en el aire, que parece que te están amenazando con el desastre, unidas al terrible ruido que hacen; que dan un movimiento a la barca donde tú estás y hunde el bote entre dos olas, como si descendiera a un precipicio. Luego, cuando piensas que estas olas te engullen, otra te hace remontar tan rápido como subiendo a una montaña. Este es el carrusel que hace durante el pasaje, que te causa temores terribles, pues crees que perecerás en cualquier momento

Avanzan hacia Oviedo, disfrutando de abundante comida, en la que menudeaban las sardinas, y finalmente llegarán a Oviedo el día 16, con la primera nevada otoñal.

El Arca Santa

En la ciudad de Oviedo encuentran un ambiente comercial y la torre de la catedral desmochada por una tormenta… pero sobre todo se sorprenderán por las reliquias:

En el momento en que Cosroes, rey de Persia, saqueó Jerusalén, Dios, por su maravilloso poder, llevó un arca o cofre de madera hecho por la mano de los apóstoles y lleno de maravillas, desde esta ciudad a África; de allí a Cartagena; de allí a Sevilla; luego a Toledo; y finalmente a Asturias, a la montaña llamada sagrada; y de allí a esta santa iglesia del Salvador

Junto con la relación de las reliquias en cajas pequeñas de marfil, oro y plata, señala que fuera del arca, hay una cruz de oro fino trabajado y hecho de la mano de los ángeles. No faltan otros elementos maravillosos, como uno de los jarrones en el que Cristo convirtió el agua en vino, en la boda de Canaán.

Ver tal cúmulo de tesoros -dice Manier-  sirve al viajero para redimirse de la tercera parte de la pena por sus pecados. Pero era redención alcanza la totalidad, si la visita es el día de la exaltación de la Santa Cruz, en el mes de septiembre.

Las virtudes de las piedras

A lo largo de todo el viaje por España, Manier irá recolectando piedras de maravillosos poderes, de cruces, del águila, de golondrina, piedras que adquiere a buen precio para revender en Francia. Algunas las perderá en el trayecto de regreso. También adquiere algún folleto donde vienen relatadas las propiedades y virtudes de las piedras, textos que transcribe en partee y que incluso llevan la autorización de autoridades religiosas de Roma. Compraría, asimismo, otros objetos de valor sacro, como los rosarios que “tocaron» las reliquias del Arca Santa ovetense.

Es época ya invernal, el viaje hasta León resultó particularmente duro. Llegarán a la ciudad en una noche fría, con las calles desiertas. Por fortuna, encontrarán a un sacerdote, administrador del famoso hospital de San Antonio. Este les llevaría a dormir en una “cama de tablones, envueltos en mantas podridas, donde descansamos muy bien”.

En León, Manier acudió a una sastrería para pedir empleo, aunque lo único que deseaba es ver el método de trabajo; luego pidieron trabajo en un zapatería, por la curiosidad de un compañero zapatero. “Todavía estamos por volver” escribirá  irónico Manier.

Más interés mostró uno de los amigos por una mujer que atendía el hospital de Puente Villarente. La joven se revolvió ante las pretensiones de Harmand y este la tiró por una escalera. Ante el desastre huyeron, ya de noche, a Mansilla de las Mulas.

Antes de retornar a Francia  tomaron dirección a Mayorga de Campos para avanzar hacia Madrid. Manier destacará la calidad del pan de Tierra de Campos y narra una experiencia litúrgica en uno de los pueblos, donde se hace un “pan de difuntos”, de una libra, que los fieles llevan a la iglesia para su bendición, y luego lo retornan a casa para darlo de limosna.

Rollo de Justicia de Mayorga de Campos

Rollo de Justicia, en Mayorga de Campos, del siglo XVI. Por esta localidad discurrió el viaje de Manier. Imagen de Tomás Alvarez

Costumbres tomadas a chanza

Esta bendición de los panes fue otro tema de mofa para los pícaros franceses que se rieron de los hombres que cantaban (de mala manera) y golpeaban sus pechos en el rezo, todos a la vez; “parece que todos los tambores de un ejército están rodando”, escribe Manier.

En otra aldea, en una misa de Réquiem, el sacerdote, tras la ofrenda, subió al púlpito y predicó con fuerza extraordinaria. Las muecas y contorsiones del predicador animaron a los viajeros a una risa desaforada, de modo que surgió la ira de algunos habitantes, que salieron de la iglesia corriendo tras los franceses. Estos pudieron escapar.

Los viajeros seguirán por Valladolid, para pasar por Guadarrama y alcanzar Madrid el 4 de diciembre, donde fueron a dormir al hospital de St. Louis, el hospital de los franceses.

La Reina picada, fea y temible

Aprovecharán su estancia para visitar el Palacio y ver a los “grandes personajes”; entre ellos, al Rey y a la Reina. A esta la describe Manier como “alta, delgada, picada, fea y temible, con cara pálida y plana

La descripción de Madrid no es tampoco halagüeña: calles hermosas pero sucias y mal mantenidas; a veces con barro hasta las rodillas, y con un olor “tan fuerte que no se detectaría un perro muerto de un mes”.

Manier aprovechará también su estancia en Madrid para obtener del Nuncio del Papa en España el documento para peregrinar a Roma.

En el relato, el viajero francés alude al mal ambiente existente en el país hacia los franceses. Este problema lo acusará más adelante, cuando iba solo de regreso a Francia. Cerca de Tudela se encontrará con cuatro personas que van en mulas, con cargas de trigo. Le preguntaron si era francés y el mintió, afirmando que procedía de Saboya. El más exaltado de los muleros con un cuchillo dijo que no le creía e hizo ademán de degollarlo, aunque un compañero le disuadió: “me habría matado, si no hubiera sido por la pena que uno de ellos tuvo de mí”, escribió.

Entre los detalles del regreso, el convite tradicional a losperegrinos en la catedral de Pamplona, que se cita otras crónicas viajeras. En este caso, el menú fue sopa, bacalao, pan blanco y dos vasos de vino. Cruzará Roncesvalles el 24, con gran nevada, disfrutado de una amable atención en el convento durante tres días.

Hasta Saintes

En este viaje es interesante constatar que el regreso transcurre también por Bayona, donde acudirá de nuevo al establecimiento de madame Belcourt. De nuevo, la narración describe escenas costumbristas, como el encuentro con un pequeño peregrino de nación flamenca, que acompañaba a un ciego que tocaba el violín. El flamenco acabó yéndose y Manier cuidará del ciego, por compasión.

Al día siguiente dejaría al ciego en la compañía de una niña que un soldado había dejado allí. La pequeña, de nombre Marguerite, y con unos 5 o 6 años, hermosa y espabilada, acompañó al ciego a limosnear por Bayona, recogiendo “50 sueldos”.

Desde Bayona marchó con su compañero Vaudry y el ciego hacia Dax y las Landas. En Tartas visitarán un convento de monjas, donde el ciego tocó y bailó para ellas.

Manier dejará al Ciego y Vaudry ir por su cuenta y avanzará  hacia Burdeos y Blaye para llegar a Saintes, lugar donde termina el relato del Voyage d’Espagne. Era el 24 de enero de 1727.