El Ateneo de Madrid está organizando en el año 2024 un ciclo sobre las peregrinaciones. El encuentro de mayo, el día 18, trató sobre las enfermedades y el hambre en el Camino de Santiago.

Por Claudio Path

Hambres y pestes condicionaron el desarrollo de le peregrinación a Compostela, durante toda su historia. Así se puso de manifiesto en el encuentro que este mes de mayo organizó el Ateneo de Madrid; dentro de su ciclo sobre la hospitalidad en el Camino de Santiago.

Ateneo de Madrid. Encuentro sobre el Camino de Santiago

Sesión del ciclo sobre el Camino de Santiago en el Ateneo de Madrid. En el estrado, Victorina Alonso, Daniel Pacheco, Tomás Alvarez y Enrique Lillo.

A lo largo de todo el año 2024, las secciones de Farmacia y Ciencias de la Salud están desarrollando un ciclo sobre las peregrinaciones, con una sesión mensual. Este mes contó con las intervenciones de Victorina Alonso, doctora de Medicina, que trató sobre las enfermedades del Camino; y el periodista y escritor Tomás Álvarez, quien analizó el efecto del hambre en la peregrinación. Coordinaron el evento Daniel Pacheco y Enrique Lillo.

Victorina Alonso y las enfermedades de la vía

La doctora Victorina Alonso, analizó las patologías más prevalentes y mortíferas de los oscuros tiempos del Medievo. Recordó que el apóstol Santiago fue antaño un “Santo Sanador por excelencia”, curador universal de cualquier padecimiento. A él se le atribuía capacidad para conceder la vista a los ciegos; la facultad de oír los sordos, o la de andar los cojos.

En el curso de su explicación aludió al efecto placebo para decir que en numerosos casos “la extraordinaria confianza de los peregrinos en la divinidad; unida al ferviente deseo de sanar, era capaz de convertirse en un estímulo psíquico tan poderoso que por sí sólo pudo acarrear la curación”.

Esta Vía de fe y de sanación se convirtió, sin embargo, en muchos momentos y para una gran cantidad de peregrinos en un lugar donde se podía enfermar o incluso encontrar la muerte. “En la vía, las enfermedades contaban con los medios adecuados para propagarse, tales como el hacinamiento, el hambre o la falta de higiene”.

atención a los enfermos del ergotismo en un centro antoniano

Retablo de San Antonio Abad, con detalle de uno de sus paneles, donde se atiende a enfermos del ergotismo, y donde se observa un féretro con las reliquias del santo; obra del Maestro de Rubió, en el Museo Nacional de Arte de Cataluña/ https://www.museunacional.cat/

Lepras, pestes y fuego de san Antón

Fueron muchos los padecimientos que asolaron esta vía. Entre los más importantes citó la lepra, la peste y el fuego de san Antonio. Con igual incidencia pero con menor mortalidad, se citaron la sarna, las enfermedades trasmitidas por otros ácaros o insectos, por el agua, o por los alimentos y las  enfermedades mentales.

El peregrinaje antaño -y ahora también- es causa habitual de traumatismos, contracturas musculares, etc. Los esguinces, tendinitis, insolación, hipertermia y golpes de calor fueron y siguen siendo patologías frecuentes en el Camino. No así otras enfermedades como ergotismo o la lepra. Esta, en los tiempos medievales llegó a afectar al cuatro por ciento de la población, aunque hoy sólo se conocen escasísimos casos tanto en España cono en el resto del mundo.

La doctora Alonso recordó el terrible estado de quienes sufrían la lepra; apartados de por vida de la sociedad. Y habló de las leproserías o lazaretos, que constituyeron, igual que la Orden de San Lázaro, un alivio para tanto dolor.

…Y la gran peste

Si la lepra afectó a 4 de cada 100 personas en la Europa de la Edad Media, la peste, producida también por una bacteria fue causa de la mayor pandemia que se conoce; la que asoló el continente europeo entre 1346 y 1353. La península Ibérica, pudo haber pasado de seis millones de habitantes a dos y medio. En gran parte de Europa las bajas fueron de hasta el 60 por ciento de la población, dijo.

Existió otra enfermedad que fue muy temida por la gran mortalidad y la importante invalidez que podía producir. Se trata del Fuego de San Antonio. Esta patología apareció en Europa entre el siglo IX al XIV. Producida por el  cornezuelo (Secale cornutum), el micelio de un hongo (Claviceps purpurea) que se desarrolla sobre todo en las zonas húmedas del centro de Europa en las espigas del centeno, suplantando al grano que resultaba destruido. La intoxicación, ergotismo, era mortal en muchos casos. La mayoría de los afectados sobrevivía, pero muchos de ellos quedaban gravemente mutilados. Desde el siglo IX al XIV, se declararon epidemias de dicha enfermedad, especialmente en las regiones orientales de Francia, Rusia y Alemania, cuyas consecuencias resultaban más temibles, incluso que las de la propia lepra.

En la Edad Media existió una orden muy activa que atendía a estos enfermos; la de los antonianos.

Victorina Alonso: el peregrinaje y la enfermedad

Victorina Alonso, que trató sobre las enfermedades del Camino, en su intervención en el Ateneo de Madrid

Otra menciones interesantes merecieron la sarna, y la enfermedad mental. Pero la ponente, pese a todos los inconvenientes, animó a peregrinar: “El Camino es deporte; es comunicación, convivencia, sorpresa. Es encuentro con uno mismo, alegría y cultura. Es descubrimiento, arte naturaleza y salud

El hambre en el Camino de Santiago

Por su parte, Tomás Álvarez, autor de “Pucheros y Zurrones. La gastronomía del Camino de Santiago”, analizó la relación del hambre y el peregrinaje; para ello recurrió a la literatura odepórica santiagueña en la que permanecen los testimonios de muchos de los viajeros que a lo largo de los siglos han avanzado por las sendas de peregrinación.

El hambre ha sido un motor de la peregrinación”, explicó el ponente, quien recordó aspectos trascendentales del Camino, como la Caridad, una virtud que posibilitó el trasiego de millones de viajeros que fueron atendidos durante su viaje por gentes de toda condición.

Señaló que tradicionalmente se destaca que la caridad es una virtud cristiana, aunque para Tomás Álvarez es un valor de la cultura clásica griega y romana. El peregrino era un suplicante, y en la Grecia clásica el propio Zeus era su protector; tal como comprobamos, por ejemplo al leer la Odisea y ver las andanzas de Patroclo en su viaje a Pilos y Esparta, o de su padre, Ulises, atendido con magnanimidad en episodios como la estancia en la Isla de los Feacios, o en la casa del porquero Eumeo.

Recordó que siguiendo esa tendencia hospitalaria, desde la más remota antigüedad la Iglesia se preocupó por crear centros de atención para transeúntes y necesitados, los xenodoquios. En el propio concilio de Nicea, en el año 325, se recomendó a los obispos crear instituciones de este tipo en sus circunscripciones. Como xenodoquio importante de la antigüedad recordó el de Mérida, que atendía a los numerosísimos viajeros que llegaban a la ciudad para venerar las reliquias de Santa Eulalia.

Motivos para el peregrinaje

Álvarez enumeró los motivos del peregrinaje, desde la fe a la enfermedad o la promesa, e incluyó entre ellos el hambre. Explicó que en la Edad Media el viajero emprendió el camino buscando lo sagrado, las reliquias, los famosos milagros, la curación o la salvación. Sin embargo, hacia el siglo XIV declinó la fe y creció en el Camino lo caballeresco,  y el interés por la aventura y la fama… Con el Renacimiento, llegó un nuevo motivo: el del descubrimiento; el ansia por  conocer. Mas, junto a este, proliferó también el de la vida pícara y la aventura, para llegar a nuestros días, en los que un motivo esencial es el ocio.

De vuelta al pasado, explicó que no se puede reducir el Camino a unas vías, porque es universal; es personal y de ida y vuelta. Y no era ocio ni placer; no era vida de ocio porque había duros caminos; peligros, delincuencia, enfermedades, hambre e incluso muerte.

Hizo un elogio especial a la caridad hispana, especialmente a la de los campesinos; caridad reconocida una y otra vez en las crónicas de los peregrinos, conocedores de la pobreza de las gentes. “se reparte la miseria…. pero se reparte”, dijo.

Esencial: el pan

El objetivo era avanzar. Y para ello era esencial la nutrición. Y la base de la alimentación era el pan, tal como se aprecia en el Código Calixtino y en la Guía de Künig. El monje alemán, al inicio de esta –la primera guía real de la peregrinación a Compostela- escribió: “Quiero en este (libro) describir los caminos y pasos / y todo aquello que cada hermano de Santiago / debe prever para beber y comer”. Sin embargo, para hablar de la comida, Hermann Künig alude habitualmente al pan.

Tomas Álvarez explicó que Europa era en la Edad Media una tierra dura y poco poblada; una tierra de grandes bosques primarios y escasos cultivos; mundo ruralizado, sin redes comerciales ni lugares de acopio y almacenaje de existencias, por lo que en los años de mala climatología proliferaban las hambrunas.

Si el problema era difícil desde la Alta Edad Media, el óptimo climático, de los siglos IX al XIII, modificó la situación por el alza de la población. “el sistema autárquico colapsaba en los años climatológicos duros… Al no existir reservas se producían hambrunas que generaron el resurgimiento del canibalismo y la mortandad”.

langostas en el viaje de Laffi

Uno de los escenarios curiosos que describe Domenico Laffi es una plaga de langostas entre Burgos y León.  Plagas y malas climatologías fueron muchas veces causa del hambre en el Camino de Santiago. Imagen Composición de guiarte.com

Álvarez recordó que Raúl Glaber, monje borgoñón, nos dejó dramáticas historias de calamidades medievales y espantosos testimonios de antropofagia. Añadió que en un mundo de miseria y hambre resultaba fácil la movilización. “El que no tenía nada, nada tenía que perder…  y emprendía la marcha a empresas arriesgadas. Ello explica por ejemplo la desastrosa Cruzada de los Pobres predicada por Pedro el Ermitaño, que condujo a decenas de miles personas muy humildes a la muerte en el interior de Anatolia».

La gran hambruna europea, desde 1315-1332, hizo que la población del continente bajara un 20 por ciento. Y un camino para esquivar la muerte era la peregrinación. El viajero hallaría comida en monasterios y conventos; y hallaría comida en España, por la caridad de unos campesinos pobres. Y además, porque las tierras hispanas –al ser más meridionales- tienen mas horas de sol y en ellas la climatología permitía que los cereales pudieran granar.

El ponente habló también de las calidades del pan y de las clases del mismo, así como los fraudes, muy comunes en tiempos de escasez.

Tomás Álvarez analizó el efecto del hambre en la peregrinación.

Ciclo del Ateneo de Madrid, sobre la hospitalidad y la peregrinación. En él, Tomás Álvarez analizó el efecto del hambre en el Camino de Santiago.

El yantar del pícaro

La salida al Camino para hallar comida no despareció. A partir del siglo XV, frente al ideal caballeresco surgió el pícaro, el antihéroe… Y el pícaro acudirá al Camino, también en busca del pan y de los maravedís.

La literatura santiagueña nos da maravillosas descripciones de picaros, en un tiempo nuevo, en el que el pan sigue siendo protagonista. “Los viajes de Laffi o Albani permiten ver peregrinaciones de abundancia y de escasez; en escritos como los de Manier o Bonecazze, encontramos el hambre y la penuria; en el de Naia la opulencia de las mesas de los párrocos y los monasterios”.

Tomás Álvarez cerró la intervención con una referencia a la  “Política Peregrinesca” definida por el viajero italiano Nicola Albani. Este invita a los caminantes a comer de lo que encuentren y a actuar con astucia para sobrevivir. Una supervivencia que él se garantizó con sendos documentos falsos. Uno le vinculaba a la orden franciscana y el otro a la dominicana. Con ellos recorrió Portugal de ciudad en ciudad, sabiendo que en ellas habría algún convento, de los dominicos o los franciscanos. En ellos gozaría de acogida y buen yantar.  En su relato del recorrido portugués no solo descubrimos viajeros con el estómago satisfecho, sino con una prenda de interior muy útil. Se trataba de una especie de chaleco, donde se colocaban las monedas que los caminantes iban cosechando en la marcha….