Por Tomás Alvarez
Saint-Antoine-l’Abbaye es una bella localidad francesa, ubicada entre Grenoble y Valence, cerca del valle del Ródano, de especial interés para conocer la historia de la antigua Orden de los Antonianos.
En el camino descrito en el siglo XV por el monje servita alemán Hermann Künig, entre Einsiedeln (Suiza) y Santiago de Compostela, una de las localidades visitadas fue esta.
Dice el viajero en su guía que una vez recorridas cien leguas desde Einsiedeln, el peregrino se “podrá regocijar” al llegar a la ciudad llamada Sant Anthonio (Saint-Antoine-l’Abbaye).
La orden de los Antonianos y Saint-Antoine-l’Abbaye
Los Hermanos Hospitalarios de San Antonio o Antonianos, integraron una congregación fundada en 1095, y dedicada en especial a atender a los enfermos que parecían ergotismo o fuego de San Antón.
Se trataba de un mal causado por la ingestión de pan con harina afectada por el hongo del cornezuelo.
La orden pervivió hasta finales del siglo XVIII, cuando fue unida a la de Malta o San Juan de Jerusalén.
Los monjes llevaban hábito negro con una letra tau en el pecho, letra que semeja una cruz, la llamada cruz de san Antón.
En España gestionaban varios conventos, entre ellos el de San Antón, cerca de Castrojeriz.
En San Antón aún perviven restos del magnífico templo gótico y una arcada que pasa por encima de la carretera que enlaza Hontanas y Castrojeriz.
Origen de la Orden
Aquella congregación fue fundada en el siglo XI por un noble, agradecido por la curación de su hijo tras la intercesión a San Antonio de Egipto, cuyas reliquias se albergaban en este lugar del departamento de Isère, en el centro-oeste de Francia.
Los monjes crearon allí un hospital para la atención de peregrinos y enfermos, especialmente los afectados por el ergotismo, mal muy común en la Edad Media.
Posteriormente, los antonianos se expandieron por Europa Occidental.
La Orden adquirió prestigio también por su dedicación a los afectados por las pestes que asolaron el continente en el siglo XIV.
A partir del siglo XVI decayó la congregación, a la par que lo hacían las peregrinaciones y la propia enfermedad de san Antón.
Fue en aquella época cuando se supo que el «cornezuelo» del cereal era el causante del mal.
Un pueblo con encanto
Saint-Antoine-l’Abbaye, a apenas 30 kilómetros al oeste del valle del Ródano y con un millar de habitantes, es un pueblo con encanto.
En él destacan las numerosas casas antiguas de entramados de madera y una abadía monumental.
En esta última destaca el templo abacial, básicamente del siglo XIII y XIV, de excelente portada, donde se conserva el relicario del santo.
El visitante también puede ver allí un museo con numerosos objetos artísticos y litúrgicos de la abadía, así como otros elementos relativos al pasado del centro monacal y la Orden.
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[…] En la Edad Media existió una orden muy activa que atendía a estos enfermos; la de los antonianos. […]