Nicola Albani, uno de los autores de mayor interés en materia de libros de viaje santiagueños, fue un personaje de  personalidad compleja. En él brillaba a veces una gran devoción religiosa, pero su comportamiento fue tornándose sumamente pícaro a medida que avanzó en su recorrido peregrino. Él fue el inventor del concepto de “política peregrinesca».

Por Tomás Alvarez

Podríamos definir como política peregrinesca a un sistemático aprovechamiento de la credulidad, especialmente de los poderosos, para realizar una peregrinación confortable, con cálidos recibimientos en palacios y conventos, y buenas recaudaciones monetarias.

nicola albani mapa italia

Nicola Albani realizó un interesante viaje, en el que puso en práctica su “política peregrinesca”. En la imagen, el peregrino,  sobre un mapa de la Península Itálica del siglo XVIII, con sus múltiples estados. Composición de elcaminodekunig.com

En el final de la Edad Media y el Renacimiento se detectó una notable mutación del flujo peregrino. El Renacimiento aportó una nueva mirada del ser humano hacia el mundo que le rodeaba: la mirada de la curiosidad y la razón. Y esa nueva visión del mundo puso en tela de juicio no sólo a las propias peregrinaciones, sino a la concepción monolítica del cristianismo occidental.

Ya en la Baja Edad Media, el mundo de las novelas de caballería  también “contaminó” el ámbito de la peregrinación. Así se detecta en historias como la famosa “hazaña” de Suero de Quiñones (el  «Paso honroso») o en la peregrinación de Alfonso XI para ser “armado caballero” por una imagen articulada del apóstol…

En el XVI, la Reforma protestante ridiculizó el mundo de las reliquias y las peregrinaciones y sus seguidores incluso obstaculizaron el viaje de forma violenta. Algunos intelectuales católicos de ese tiempo, como Erasmo, manifestaron también su crítica al viaje a Santiago. Paralelamente, hubo en aquella época numerosos viajeros que escribieron crónicas de su caminar a Compostela, en las que no dejaron de poner en duda la propia autenticidad de las reliquias.

Menos religión y más aventura

Fueron tiempos en los que la marcha hacia Santiago perdió en gran medida el impulso de la fe pero creció el afán de aventura. Desde gran parte de Europa siguieron llegando a España viajeros en los que se detectaba ese cambio.

Mermó el impulso religioso pero creció la pasión por disfrutar de una vida viajera, a costa de la caridad. Algunos personajes conocidos, como Diego de Torres Villarroel, se tomaron el peregrinaje con un tono burlesco. Este autor salmantino declaró en su tiempo que lo mejor de la marcha fueron las comidas, juegos y fiestas en conventos de monjas y mesas episcopales.

En el panorama de declive del impulso religioso, hay excelentes relatos que confirman el fondo aventurero; Entre ellos están los del peregrino francés Guillaume Manier y el del italiano Nicola Albani. Ambos nos revelan el espíritu de la picaresca, en un tiempo en que sesudos pensadores, como el benedictino Benito Jerónimo Feijoo, también elaboraron textos crítios sobre las romerías y peregrinaciones, por el carácter falsario de gran número de viajeros.

nicola albani mata al bandolero

Nicola Albani lucha contra un bandolero portugués en un dramático episodio de sus viajes por Portugal, según la imagen plasmada en su manuscrito.

Una crónica excepcional

La crónica del italiano Nicola Albani es excepcional. El contenido pormenorizado de su aventura peregrina, a mediados del siglo XVIII, es sumamente valioso. El peregrino, originario de Melfi y servidor del obispo de Capua Mondillo Orsini, emprendió camino a Compostela en 1743. Tenía entonces 28 años.

En el relato se puede comprobar cómo su comportamiento profundamente religiosos fue degradándose. Albani acabaría transformandose en un auténtico pícaro; capaz de inventar truculentas historias, mezclando cosas reales con fantasiosas truculencias, con el fin de recaudar monedas de oro de los bolsillos de nobles o príncipes. En varios momentos el de Melfi presentó como noble napolitano, y en otros como franciscano… todo para seguir adelante con una sustanciosa bolsa.

El viajero italiano llegaría en dos ocasiones a Santiago de Compostela. Tras su primera estancia, en 1743, partió hacia Lisboa, donde estuvo algún tiempo haciendo fortuna. Regresó a Galicia el año siguiente, porque era Año Santo. Para este segundo viaje utilizó además sendos documentos redactados por otro pícaro italiano de nombre Domenico Loccia de Matera. Uno, en portugués, le vinculaba a la orden de san Francisco; otro, en latín, a la de santo Domingo. Con ambas patentes se garantizaba el trato benévolo de las distintas comunidades religiosas.

Del éxito económico de aquellos viajeros da fe un detalle. En el ida hacia Santiago, ya cerca de Coimbra, «se perdió» Domenico Loccia. Según Albani, el motivo fue que Domenico quiso quitarse de en medio, cuando Albani le descubrió que llevaba un tesoro escondido bajo sus vestimentas: un chaleco lleno de doblones de oro.

El camino y la política peregrinesca

Si en 1494 la guía de Hermann Künig orientaba a los peregrinos con consejos para «comer y beber » para llegar “contentos a Santiago y protegidos de todo tipo de peligros”, la crónica de Albani no se queda atrás.

El relato del italiano está dividido en dos libros. A lo largo de los mismos vemos al viajero a engañando a abades, nobles y píncipes. En el segundo de ellos, impresionan las fiestas que disfrutó en la Toscana con el sagaz engaño de que era un caballero napolitano -el conde de Potenza– que viajaba como peregrino, ocultando su real identidad. En su astucia y osadía, no dudaba incluso en rechazar una buena limosna calificandola de menguada para su categoría. Así ocurrió cerca de Lisboa, en su visita al palacio del infante Manuel, hermano de Joao IV de Portugal. Su osadía le permitiría que en lugar de recibir un vulgar cruzado le diesen una moneda de oro.

En el final del libro primero, Albani, se permite dar al lector unas instrucciones para hacer bien el camino.Entre ellas hay orientaciones prácticas, devocionales y de «política peregrinesca».

Estas son las recomendaciones de Albani:

Primera advertencia

Nadie se ponga en viaje tan largo sin ir acompañado de un buen compañero; un compañero fiel del alma y corazón, pues la guía de un buen compañero ayuda de muchas maneras. Pese a ello, no encontrándolo al gusto del caminante, es mejor disponerse a hacer solo el viaje, porque conocéis el proverbio que dice que «mejor solo que mal acompañado».

Segunda advertencia

Nadie se ponga en viaje en tiempo de peste o guerra, porque pueden sucederos en vuestro viaje muchas desgracias; como en efecto me sucedieron a mí.

Tercera advertencia

Que nadie se ponga en viaje si no goza de buena salud y fuerte complexión, y que esté acostumbrado a lo malo y lo bueno; pues si tiene poca salud y mala complexión no podrá seguir el viaje iniciado y si no está preparado para lo malo y lo bueno, puede morir por el camino.

Cuarta advertencia

El viandante debe tener piernas fuertes y no delicadas para que siempre pueda, con firmeza, seguir el viaje; no debe ser meticuloso con las comidas, sino que pueda comer de todo lo que halle o lo que le den en el viaje; porque si busca delicadez y limpieza no la hallará, ciertamente, y tal vez morirá en el camino, o no le faltará cualquier enfermedad.

Quinta advertencia

Ningún viandante camine por la noche; ni marche del lugar en que se halle antes de que sea de día, de mañana. Y por el camino, no se deje acompañar de ninguna persona si no sabe que se trata de buena persona, que no puede hacerle daño. Si tuviere que marchar hágalo por su cuenta; y al llegar por la noche a algún hospital o cualquier otra casa, no hay que hacerse el gracioso y no hablar en demasía. Y del dinero cuanto menos se hable mejor. Y monedas de oro o plata no deben mostrarse delante de gente. Tampoco debe hablarse nunca del camino que piensa hacer a la mañana siguiente, pues pueden suceder muchas desgracias como me sucedieron a mí.

el obispo de capua bendice a Nicola Albani, en viajero de la "política peregrinesca"

El obispo de Capua Mondillo Orsini bendice a su servidor Nicola Albani, cuando este emprende la peregrinación a Compostela. Imagen del manuscrito escrito por el viajero italiano

Sexta advertencia

Todos los que se pongan a hacer un viaje tan largo, y sobre todo aquellos que vayan con hábito de peregrino, que vayan a adquirir merito a los lugares santos; precisan del santo temor de dios, pues sin este no se hace nada bueno.

En segundo lugar, que la persona debe ser hábil, astuta, maliciosa y fina de cerebro, para que no se deje engañar por nadie durante el viaje. Y debe ser político, acomodándose siempre al uso del lugar, si el viandante es rico debe parecer pobre, y si es pobre debe parecer rico, para que lo traten mejor; pues si parece corto o de maneras rústicas en la conversación y el trato no le irá bien. No hay  que hablar nunca mal de las naciones; si habla alguna lengua extranjera será gran ventaja para el viajero para entender y hacerse entender.

En tercer lugar debe tener atrevimiento para demandar limosna, y no ser vergonzoso; pues de lo contrario morirá de hambre. En cuarto lugar ha de tener buen estómago y sufrir los padecimientos al servicio de Dios, si quiere ser protegido en su viaje.

Es curioso como en el texto de Albani se detecta muy a menudo una actitud devota; pero esta, no impide su facilidad para mentir y engañar a las gentes que encuentra en su viaje. Esa posición cínica queda expuesta en un rotundo comentario tras el encuentro con el infante D. Manuel. Escribe el peregrino: «quien sea pánfilo, se quede en casa”.