Astorga, ciudad episcopal desde tiempos romanos, es una de las poblaciones más notables del Camino de Santiago, por su historia, su patrimonio artístico y su gastronomía.

Por Tomás Álvarez

Pese a su importancia, Hermann Künig, en su viaje a Compostela, no pasaría por esta ciudad, pues eligió y recomendó en su guía tomar un camino más al norte, dejando a la ciudad a tres leguas al sur de su ruta.

Desde Trobajo, el monje alemán avanzó por el «camino de Santa Marina” (Santa Marina del Rey); continuó hacia el oeste dejando Astorga a tres leguas a su izquierda, y alcanzó el paso de Cerezal de Tremor, por el entorno de Brañuelas. De esta forma, dejó atrás los Montes de León “sin subir montañas”, tal como escribió.

vista de Astorga, con la muralla romana, el palacio de Gaudí y una de las torres catedralicias

Astorga es una de las ciudades más bellas del Camino de Santiago. En la imagen, la muralla romana, el palacio de Gaudí y la catedral. Imagen de Tomás Alvarez.

La Astorga romana

Desde tiempos romanos, Astorga (Asturica Augusta) fue una ciudad estratégica en la que se centralizaban las conexiones viarias del cuadrante noroeste ibérico. Esta circunstancia dio a la pequeña ciudad la gloria y el dolor. Gloria, porque merced a su cualidad de nudo de comunicaciones creció y protagonizó páginas de historia. Dolor, porque fue atacada, saqueada y destruida por ejércitos invasores.

El propio Napoleón tomó la ciudad durante la Guerra de la Independencia, cuando perseguía al ejército británico que operaba en el noroeste hispano. La urbe fue el punto más occidental de Europa al que llegó el francés al frente de un ejército.

La vieja Asturica Augusta fue capital de convento jurídico romano, controlando un territorio comprendido entre el Duero y el Cantábrico. Las vías romanas la unían con Mérida y Andalucía, con el norte de Portugal y Galicia, y también con centro y el occidente hispano. Por ellas fluyó la religión, el saber, la historia, la gastronomía… y el peregrinaje.

La urbe episcopal

Hay un punto esencial para comprender la esencia de Astorga, el parque del Melgar, donde el viajero contemplará el conjunto de la muralla romana, la magnífica catedral gótica y el palacio episcopal, obra de Antonio Gaudí.

Esta estampa nos habla de historia y religión, porque la urbe fue pronto cristianizada. Es Sede Apostólica (fundada en el origen del cristianismo) y pronto sufrió las persecuciones religiosas. La patrona de la ciudad, una astorgana, Santa Marta, murió en la persecución del emperador Decio (siglo III).

En la ciudad arraigaron profundamente las ideas del priscilianismo, doctrina predicada por Prisciliano, obispo hispanorromano disidente acusado de herejia y ejecutado en Treveris, en el siglo IV. Esta influencia doctrinal trajo problemas a los obispos. Santo Toribio se vio obligado a abandonar la Sede, y San Dictino, también obispo de Astorga, se vio obligado a acatar la doctrina oficial, renunciando a sus antecedentes priscilianistas.

El peregrino que llega por el viejo Camino Francés, antes de llegar a la ciudad (en el alto de San Justo) descubrirá un paisaje esplendoroso; en medio del mismo aparece la ciudad con su poderosa catedral que emerge del caserío, testificando la preeminencia de lo divino y clerical en este lugar bimilenario.

Ciudad de arte

Esta ciudad fue en diversos momentos difíciles del Reino de León sede de la monarquía y sus obispos tuvieron gran predicamento. Aún hoy, mantienen un poder territorial que se extiende por los territorios de Zamora, Orense y Lugo. Las fronteras de esta diócesis multiprovincial son también un vestigio espectral de la romanidad.

De la catedral, cabe destacar el grandioso retablo, obra de Manuel Becerra, una de las grandes joyas hispanas del Renacimiento final, así como la extraordinaria portada barroca, cuyos tonos rosados adquieren una luminosidad especial al atardecer.

Es esta, sin duda, una de las mejores fachadas catedralicias barrocas que hallará el viajero que recorre el Camino de Santiago. A su lado, los turistas y caminantes que avanzan por la ruta de Compostela sienten también una fascinación especial al contemplar el palacio de Gaudí.

Y el genio de Gaudí

El diseño del arquitecto catalán fue una maravillosa provocación. El arquitecto recurrió a una piedra de granito blanquecina que contrasta con los tonos oxidados de la muralla romana y el ábside catedralicio, y además acudió a formas de fantasía que escandalizaron a los clérigos más conservadores.

Fantasía frente a funcionalidad, blancura modernista neogótica frente a los vestigios pardos de la romanidad y el medievo; chapiteles y torres cilíndricas que nos acercan a un mundo de ensoñación para despertar el alma vieja y silente de una ciudad tradicional y conservadora.

Palacio de Gaudí en Astorga

Astorga posee una excelente obra de Gaudí. Es una de las más conocidas estampas del Camino de Santiago. Imagen de Beatriz Alvarez

El viajero no debería marchar de Astorga sin visitar la capilla palatina de esta joya gaudiniana. Es un prodigio de color, algo así como la “Sainte Chapelle” modernista.

Tampoco debería dejar el viajero la urbe sin conocer su romanidad recorriendo su “Ruta Romana”,  sin pasear por sus calles y sin gozar de su notable riqueza gastronómica.

Una gastronomía muy especial

En las cocinas astorganas confluyen los saberes culinarios de toda España, saberes que han llegado por esas grandes vías de origen romano y que los arrieros maragatos propagaron por doquier. Ahí están los suntuosos cocidos, las carnes, los embutidos, la extraordinaria cecina… y los chocolates.

Prestigiosos expertos han loado las delicias culinarias de Astorga. A mediados del siglo XX, el norteamericano James A. Michener escribió un libro, Iberia, en el que afirmaba haber comido la carne más exquisita en esta ciudad. Otro prestigioso gastrónomo francés, Raymond Dumay, en su Guide du Gastronome en Espagne, calificó a esta pequeña urbe como “rosa de los vientos” de todas las cocinas peninsulares, y definió a los arrieros maragatos como apóstoles de la difusión de productos y modos de cocinar.

Los arrieros, junto con la clerecía, han sido los grandes impulsores de la gloria de las cocinas astorganas. Pero en esa tarea también colaboraron los poderosos marqueses de Astorga, grandes señores que detentaron virreinatos y a quienes se atribuye la introducción del chocolate en la ciudad, poco después de que este producto llegara de América.

Se dice que ya Hernán Cortés envió semillas de cacao al marqués de Astorga, en el siglo XVI, y que pronto el consumo del chocolate se hizo común en la ciudad. Clérigos y nobles se hicieron amantes de tal producto, y el catastro del Marqués de la Ensenada ya especifica que había en la ciudad ocho artesanos dedicados a la industria chocolatera. Esa vocación chocolatera se comprueba en el coqueto museo del Chocolate, con una bella colección de diseños modernistas de la industria local.

Perergino ante fachada barroca de la catedral de Astorga

En Astorga, el viajero puede contemplar una de las mejores fachadas catedralicias barrocas que hallará en el Camino de Santiago. Imagen de Beatriz Alvarez

Decadencia en una tierra “castigada”

La ciudad pasó por un momento de gloria hace un siglo, cuando confluían en la ciudad dos vías férreas (la de Mérida Astorga se cerró en 1985) y cuando una serie de industrias agroalimentarias daban vida a una población de la que salían ministros para el gobierno del Estado y escritores para gloria de la lengua española.

Hoy, la situación es dura. Alejada de los centros de poder, Astorga es una ciudad de incierto futuro, aunque los regidores de la ciudad han sabido mantener el patrimonio.

En medio de una región cargada de Historia -y sin embargo, la única región histórica a la que se le negó la autonomía-  el futuro se presenta tan decadente como la demografía de la ciudad y de las comarcas del entorno. Aún así, Astorga mantiene con dignidad su atractivo. Sigue siendo un cruce de  caminos, donde se puede disfrutar de la tranquilidad, de la gastronomía, del arte y de una buena oferta hotelera. Las comarcas del entorno tienen encanto y buena restauración…

Tierra de leyendas y dioses

Astorga sigue siendo también leyenda; leyenda relativa al pueblo y costumbres de los maragatos. Unos han dicho que su nombre viene de moros cautivos (en el Código Calixtino se encuentra esta interpretación) otros sugieren que deriva de mercator. En mi humilde opinión es mucho más sencillo. Deriva de Marte-Sagato, una de las divinidades que aparece en la epigrafía romana astorgana. En su origen, los maragatos no serían sino los seguidores de tal dios.

En realidad, hay un activo componente numínico en esta sociedad y en estas tierras donde proliferaron los dioses, las religiones y las herejías. De hecho, una de las magníficas manifestaciones religiosas es la procesión de la Virgen de Castrotierra. Se trata de un culto romano que pervive, incluso con las formas civiles en sus ritos. Es el culto a Terra, diosa de la tierra y la productividad. El nombre de la Virgen es también latino castrum (castro) y Terra (la diosa Terra).

Esta es tierra también de eremitismo, de anacoretas y de emparedadas, mujeres que en vida se encerraban en un pequeño rincón, con sólo un agujero por donde se les pasaba la alimentación, con objeto de dedicarse totalmente a la oración. En la misma Astorga, al lado de la catedral, aún se puede ver una antiquísima celda de alguna de tan radicales devotas.

Astorga y el Camino de Santiago

Para el peregrino que continúa desde la ciudad hacia Compostela, la vía del Códice Calixtino es clara: Rabanal, Foncebadón, Molinaseca y Ponferrada. Es –sin duda alguna- una senda bella, por sus caminos montuosos y zizagueantes: los Montes de León.

En el siglo XV, en la primera guía del Camino de la Edad Moderna, el monje alemán Hermann Künig, muy atento a evitar las alturas, eligió otra vía más factible. Por ello avanzó por Santa Marina del Rey, para cruzar por Benavides y por el medio de la comarca de La Cepeda, para alcanzar el paso –también bello- de Brañuelas a Cerezal de Tremor, y seguir hacia Bembibre y Ponferrada.

Künig, en lugar de llevar al viajero por una cota de algo más de 1500 metros (entorno de Foncebadón), accederá mediante este camino alternativo por una cota algo superior a los 1100 metros… “y sin subir montañas”. En la actualidad se está trabajando para poner en valor esta antigua variante del Camino Francés, por la que viajaron multitud de peregrinos, desde los más humildes, a reyes como el propio Alfonso IX, un monarca enamorado de Compostela.

Si el peregrino quiere seguir esta vía desde Astorga, puede subir por los valles del río Tuerto o el Porcos para alcanzar Brañuelas…Poco más adelante ya se encontrará ante el descenso al primero de los valles bercianos, el del rio Tremor. Comprobará así que es cierto que existe un paso por donde se superan los Montes de León sin subir montañas. Los romanos tambien lo conocían.