Gastronomía y peregrinación: presentación en Astorga del libro “Pucheros y Zurrones. La gastronomía en el Camino de Santiago”, de Tomás Álvarez; editado por Lobo Sapiens – El Forastero.
Por Claudio Path
La literatura odepórica es particularmente importante en lo referente al paso de los viajeros por la ciudad de Astorga y el amplio territorio de su diócesis, que abarca desde lugares del oriente de Galicia hasta el norte de la provincia de Zamora.
En el avance de los peregrinos hacia Santiago, los caminos confluyen en el noroeste de la cuenca del Duero. Allí, para continuar hacia Galicia, se avanzaba por los puertos de Pajares o Foncebadón o el paso de Cerezal de Tremor, para seguir a Compostela.
En este espacio del noroeste, Astorga es un lugar con una historia gastronómica singular, según explicó el escritor y periodista Tomás Álvarez, en el curso de su presentación de la obra “Pucheros y Zurrones. La gastronomía del Camino de Santiago”. El evento tuvo lugar el 24 de agosto, en el salón de actos de la Biblioteca Municipal de esta ciudad bimilenaria
Son numerosos los peregrinos y escritores que han advertido cómo los saberes culinarios de toda España confluyen aquí, tanto por la historia de Astorga como por su cualidad de nudo viario del noroeste de la Península Ibérica.
Astorga en la gastronomía hispana
La importancia de Astorga en la época romana y medieval; cuando fue incluso residencia real; y la tradición de los famosos arrieros maragatos, que propagaron por doquier su cultura gastronómica, son ejes de ese vigor gastronómico que aún continúa.
Junto a los arrieros, la propia clerecía ha potenciado también la gloria de las cocinas astorganas. En esa tarea también colaboraron los marqueses de Astorga, grandes señores que gobernaron virreinatos y a quienes se atribuye la introducción del chocolate en la ciudad, poco después de que este producto llegara de América.
No es casualidad que en el siglo XIX el barón Jean Charles Davillier, que recorrió España acompañado del grabador Gustavo Doré, aprovechase el capítulo de Astorga para loar la tradición de los chocolates españoles.
Las citas sobre la cocina del lugar son frecuentes. Raymond Dumay, prestigioso gastrónomo francés, reafirmó ese atractivo en la Guide du Gastronome en Espagne. En ella calificó a Astorga como la “rosa de los vientos” de todas las cocinas peninsulares, y definió a los arrieros maragatos como apóstoles de la difusión de productos y recetas.
Glorias gastronómicas del pasado… y del presente
Otro escritor internacional que alabó las delicias culinarias de Astorga fue el norteamericano James A. Michener, a mediados del siglo XX. Este autor escribió en su libro Iberia, que había comido aquí la carne más exquisita que probó en su periplo hispano.
Hay razones para tanta fama; ahí siguen estando los típicos cocidos; las excelentes carnes y embutidos; la mítica cecina; una buena pastelería… y los chocolates.
En lo referente a las crónicas de peregrinación, hay que destacar las numerosísimas citas de viajeros, pero en especial lo escrito por el italiano Giacomo Antonio Naia, quien recorrió tranquilamente el norte de España, gozando de mesas bien abastecidas. En la propia Astorga, cabe destacar la invitación que le hizo un comerciante de tejidos, que había seguido su misa en la catedral.
Naia almorzó en la propia “bottegha” del comerciante, con la esposa y un hijo pequeño de este. La comida fue así: un plato grande de sopa con repollo y chicharrones de cerdo. Luego un plato grande con materiales del cochino, orejas, un rabo grande y gordo, embutidos varios, y unas albóndigas grandes hechas con deliciosas hierbas aromáticas. Buen pan y muy buen vino blanco, queso y frutas. Y para colmo, al finalizar el condumio, el generoso astorgano le entregó una corla de chorizo para continuar el viaje: “un braccio di salciccia cruda per los caminos”, según escribe en su libro de viaje el peregrino, mezclando el italiano y el español.
Gastronomía de la peregrinación
En los relatos de los viajeros hacia Santiago, hay innumerables citas de su transcurrir por la diócesis astorgana, desde el norte de Zamora a los confines gallegos: comidas en lugares como Estébanez de la Calzada, Ponferrada, Cacabelos, Villafranca, Las Herrerías, Campo, Molinaseca, Riego de Ambrós, Castrotierra, Camponaraya, Rabanal, La Bañeza….
Toda esa información nos habla de chocolates; buenas truchas de los ríos de la zona; excelentes embutidos; sopas de ajo, engrandecidas con la presencia del huevo; pescados como el salmón, las sardinas o el bacalao; abundantes quesos y frutas; y entre estas, unas deliciosas manzanas amarillas que en el invierno se sirven cocidas en grasa y con azúcar.
Y para mayor gloria, buen pan y magnífico vino; habitualmente de color blanco.
Una gastronomía que ama el sabor picante. En esta tierra dura y de invierno severo, siempre se estimaron los guisos con sabor intenso. Una comida, además, aderezada con el condimento más extraordinario que puede hallar el peregrino: la generosa atención caritativa.
En el libro sobre los Pucheros y Zurrones»se explica todo ello.
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