Durante muchos siglos, las “aves sagradas” de la catedral de Santo Domingo de la Calzada han sido centro de atención para multitudes de peregrinos. Ante ellas, estos recordaban otro milagro mítico: el del ahorcado con vida.
Por Tomás Alvarez
En muchas culturas y religiones hay animales que han sido vinculados a la sacralidad. En la Edad Media europea hubo unas aves que destacaron precisamente por este aspecto: las de la catedral de Santo Domingo de la Calzada.
El fenómeno de la sacralidad de ciertas especies animales no es nuevo. En el caso de Egipto sabemos de la veneración y culto a animales tan dispares como el halcón, el cocodrilo o el escarabajo… En general, los animales no se identifican como dioses, sino que reciben veneración por cualidades relacionadas con los propios dioses o seres bienaventurados.

El milagro de las aves de Santo Domingo. De Andrés de Melgar, Alonso Gallego. http://www.jdiezarnal.com/public/santodomingocalzada.html, Dominio público. https://commons.wikimedia.org.
Esa veneración ha sido comun en muchas culturas. En Creta y el mundo del Egeo el delfín solía gozar de cierta sacralidad y se le atribuía un papel protector hacia los marineros; En la Grecia clásica, el buho era la ave sagrada de la diosa Atenea y también protectora de Atenas.
Y ese fenómeno de la sacralidad de los animales continúa. Muchos viajeros occidentales se sorprenden actualmente en la India al encontrar «monos sagrados» en torno a algún templo; igual que la famosa peregrina Etheria (siglo IV) pudo sorprenderse a su paso por Edesa, cuando contempló los peces sagrados de la diosa Atargatis.
Las aves sagradas del Camino
En la Edad Media europea e incluso el Renacimiento, la gran descripción de animales sacros está vinculada al Camino. Son el gallo y la gallina de la catedral de Santo Domingo de la Calzada.
Relatos y canciones de la peregrinación hicieron famosos a estos animales y situaron a la población de Santo Domingo como punto clave en el itinerario peregrino. De tal modo, que algunos viajeros que avanzaban desde Bayona en dirección a Compostela por la senda clásica de Bayona-Burgos, no dudaban en hacer un rodeo para contemplar el «gallinero sacro» con sus aves de pluma blanca y conocer los detalles del milagro del ahorcado.
Así, por ejemplo, en el relato del peregrino Guillaume Manier, se indica que tras pasar por Pancorbo (Pancordes) y Grisaleña (Exaleingne) alcanzaron el convento de San Francisco de Briviesca y desde allí, en lugar de proseguir hacia Burgos (a unos 40 kilómetros) retrocedieron hacia el este para alcanzar Herramelluri y Santo Domingo, con lo que ampliaron en 70 kilómetro su recorrido hacia Compostela… pero vieron a las famosas aves.
La versión más conocida del «milagro»
La versión más conocida de esta historia narra que un matrimonio (no hay acuerdo entre la nacionalidad de sus integrantes) viajaba a Compostela con un hijo (tampoco hay acuerdo en el nombre) y la familia se detuvo en Santo Domingo, donde pernoctó en una posada.
Una joven de la posada (no hay acuerdo en si era la posadera o una sirviente) quedó atraída por el joven, pero este la rechazó. Despechada, la joven escondió una copa de plata en el equipaje del muchacho, y al día siguiente, a la hora de la partida la taimada denunció el robo y se halló la copa en poder del joven peregrino.
A causa de robo, el muchacho fue condenado a la horca y los padres, desolados, continuaron viaje a Compostela. Un mes más tarde, al retornar, visitaron la picota donde había sido ajusticiado, para orar en su memoria y allí le encontraron aún vivo.
Ante aquella situación, los viajeros acudieron a pedir la liberación del reo al corregidor, que, a la sazón, se hallaba en la mesa a punto de degustar un gallo y una gallina asados. El dignatario contesto irónico que el muchacho ahorcado estaba tan vivo como las aves que él estaba a punto de trinchar.

El gallinero de las «aves sagradas» de la catedral de Santo Domingo de la Calzada. Imagen de Jose Holguera
Para pasmo del comensal, aquellos animales asados iniciaron un revoloteo, con lo se quebró la incredulidad de este y se ratificó la injusticia del ahorcamiento. La historia termina con el final feliz para los peregrinos y el castigo a la falaz acusadora.
Versiones para muchos gustos
La narración del milagro del ahorcado se difundió durante la Edad Media, con diversas variantes por toda Europa. La primera de ellas aparece en el siglo VI; la relata Gregorio de Tours, obispo e historiador galoromano.
Gregorio de Tour situó la historia en Angulema; la descripción está en su Historia de los francos, donde cuenta la intercesión de san Cybard ante un conde para salvar a un condenado a la horca. El conde ordenó cumplir la sentencia, desoyendo la demanda del santo. Una vez ejecutado el reo y retirado el gentío que contempló la escena, la oración del san Cybard hizo que se rompiese el lazo de la horca y el ahorcado, aún vivo, pudiera escapar libremente.
La versión de la copa de plata escondida para recriminar a alguien viene de mucho antes; está en la Bibia; en la historia de José, quien ordenó a su mayordomo poner su copa de plata en el equipaje del hermano menor, Benjamín.
Hay otra versión posterior del milagro del ahorcado en el Códice Calixtino (siglo XII). En este caso, el suceso se sitúa en Toulouse. Allí, unos peregrinos alemanes se hospedaron en casa de un hombre rico que acusó falsamente a los viajeros para quedarse con sus bienes. Uno de los peregrinos fue ahorcado y los otros siguieron a Santiago. Tras 36 días de viaje, los alemanes regresaron y hallaron vivo al joven ahorcado, que había conservado su vida, sostenido por las manos del «bienaventurado Santiago«. El pueblo indignado por la injusticia acabó colgando al rico y avaro huésped.
La redacción de esta historia se atribuye al “papa Calixto” y se sitúa en el año 1090.
Una evolución contínua
La hagiografías medievales se caractarizan por su falta de rigor. Los redactores unían en ellas datos diversos; desde leyendas oídas en sus viajes a historias maravillosas descritas por autores precedentes, para crear con todo ello una narración que propiciase la piedad de los fieles. El objetivo del escritor no era tanto la objetividad, sino enltecer la biografía y el poder los bienaventurados. De esta forma, el milagro del ahorcado continuaría evolucionando.
Hasta el siglo XIII no aparece la historia del gallo. Lo hace en narraciones alemanas, en las que el juez dice que solo creería que es verdad la historia si las aves volasen. El rey Alfonso X el Sabio (siglo XIII) trata tambien del temaa, pero quita el protagonismo salvador a Santiago y se lo otorga a la propia Virgen en una de sus cantigas. En el siglo XIV ya se citan a las aves entre las “reliquias” de Santo Domingo de la Calzada y en el final del siglo se da como hecho real que el milagro ocurrió en Santo Domingo de la Calzada, sobre todo por las narraciones populares de origen germánico.
Seudoreliquias populares
En aquel tiempo, los peregrinos que pasaban por Santo Domingo se llevaban como seudoreliquia alguna de las plumas de las aves. Además, atribuían al gallo y a la gallina cualidades augurales, pues si las aves cacareaban durante su permenencia en la iglesia aquello era un presagio de viaje venturoso.
El viajero gascón Nompar II de Caumont, viajó en 1417 a Compostela, y lo haría dos años más tarde a Jerusalén. De su recorrido compostelano dejó una crónica en la que apenas hay referencias del trayecto… pero se explayó en el milagro de las aves, ya en la versión clásica. La acusadora –según Nompar II- era la criada y tras descubrirse su culpa fue ahorcada. “Y todavía hay en la iglesia – escribe el gascón- un gallo y una gallina de la misma clase de aquellas aves que estando en el fogón cacarearon en presencia del juez, Yo los he visto y son totalmente blancos”
Sebastian Ilsung, otro viajero alemán del siglo XV, relata su paso por Santo Domingo, aunque cita mal la ubicación de la ciudad (cerca de León) y afirma que “los gallos que allí viven descienden de aquellos asados”.
La credulidad de Künig
Hermann Künig, en un ejercicio de credulidad reitera la versión en su obra publicada en el año 1495. Escribe el autor de la primera guía de peregrinación de la Edad Moderna (traducción de Mónica Drerup):
Anda ahora cuatro leguas hasta Dominicus (Santo Domingo), te lo recomiendo.
En el hospital encuentras de beber y de comer.
No debes olvidarte de las gallinas que hay detrás del altar,
míralas bien.
Piensa que Dios ha hecho todas las cosas tan maravillosamente,
que estas salieron volando del pincho de asar.
Sé con certeza que no se trata de una mentira,
porque yo mismo he visto el agujero
por el cual una gallina salió volando detrás de otra,
y también (vi) el fogón sobre el cual fueron asadas
No fueron tan crédulos otros viajeros del periodo del Renacimiento. El también alemán Arnold von Harff trata el tema con ironía: “A nosotros, peregrinos, se nos quiere hacer creer que llegaron allí de manera milagrosa”.
Escépticos y entusiastas
Más escéptico es aun el peregrino británico Andrew Borde, quien afirma directamente que la pieza de plata fue puesta en el equipaje del joven peregrino ahorcado por una ramera despechada porque el muchacho rehusó gozar con ella “de placer carnal”. Con respecto a la historia advierte al lector que así se la han contado, pero que la tome como un disparate.

Imagen de santo Domingo de la Calzada, rodeada de las aves que recuerdan el famoso milagro. Fotografía de José Holguera
Otro de los grandes de la literatura odepórica es el clérigo boloñés Domenico Laffi, quien detalla que el gallo y la gallina cantaron de alegría cuando él y su compañero entraron en la catedral. “Estos animales –dice el maravillado clérigo– no comen otra cosa que lo que les dan los peregrinos que van a Galicia, y es preciso que sea pan conseguido por el amor de Dios y no comprado; que no lo querrían, y pronto se morirían de hambre si no pasaran por allí los peregrinos”. Para Laffi, los viajeros que padecieron la injusticia en Santo Domingo de la Calzada eran de Tesalónica.
Además de la versiones citadas, hay otra muy conocida en Barcelos, Portugal, donde el condenado era un peregrino gallego.
Los «testimonios» del milagro
Así pues, fuesen los viajeros italianos, alemanes, gallegos o tesalonicenses, lo que está claro es que la leyenda narrada es la misma, con variantes incorporadas con el paso del tiempo, aunque la versión que alcanzó más fama fue la que vinculaba el “milagro” a la población de Santo Domingo de la Calzada”
Además, el mero hecho de presentar al gallo y la gallina en la iglesia, servía para reafirmar la verosimilitud del acontecimiento. Por otra parte, también se ratificaba el milagro con la presencia en el templo de la camisa del muchacho ahorcado (relato de Guillaume Manier), el fogón donde se asaron las aves (relato de Hermann Künig) o un tronco de la horca (relato de Giacomo Antonio Naia).
Aún hoy, sobre el gallinero sacro, se expone un tablón que lleva una escritura reveladora: «Esta madera es de la horca del peregrino«.
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