Carlomagno y Roldán son dos personajes incorporados al Camino de Santiago por canciones, relatos y leyendas míticas. En base a ello, los lugares vinculados a la historia y las reliquias de Roldán pasaron a ser, desde el siglo XII, focos de atracción para los viajeros a Compostela.

Por Tomás Alvarez.

Durante muchos siglos, peregrinos, juglares y viajeros de toda condición han dado como ciertas las historias relativas a la presencia en el Camino de Santiago del emperador Carlomagno y Roldán, el famoso héroe galo del cantar de gesta que lleva su nombre.

Dentro de las descripciones fantásticas que mayor fama han dado a ambos está la “historia” atribuida falsamente al arzobispo Turpín; reiteradamente copiada en la Edad Media y recogida también en el Códice o Código Calixtino. En ella se narran las acciones bélicas del Carlomagno y Roldán, en su lucha para liberar a España del dominio sarraceno.

La muerte de Roldán

En este documento del siglo XII se dice que Roldán encontró la muerte cuando marchaba en la retaguardia del ejército del emperador; al sufrir un ataque de los musulmanes. Malherido y derrotadas sus tropas en el paso pirenaico, el guerrero detuvo sus pasos en Roncesvalles, donde falleció.

Ruinas de la iglesia de San Román en Blaye, Francia., donde estaban las reliquias de Roldán

Ruinas de la Iglesia de la abadía de San Román, en Blaye (Francia), donde se decía que reposaban las reliquias de Roldán.
* Fuente Commons/Wikimedia/ Jibi44.

Antes de expirar, intentó el héroe romper su espada golpeándola contra una roca, para que no cayese en manos de infieles. Pero la roca, lejos de dañar al arma, se partió verticalmente en dos trozos. Luego, Roldán llamó con su trompa de marfil, pidiendo ayuda a los posibles cristianos que aún estuvieran escondidos por las breñas, o a las tropas del ejército carolingio que marchaban delante de él.

Tocó su trompa de marfil con tal ardor y fuerza, que se cuenta que la trompa se rajó por la mitad con la violencia de su soplido y se le rompieron las venas y los nervios del cuello. Y su sonido llegó entonces, conducido por los ángeles, hasta los oídos de Carlomagno”. Todo fue en vano. Roldán expiró y su alma “fue transportada al cielo por los ángeles”.

Un trasfondo histórico

El mítico enfrentamiento entre francos y sarracenos puede relacionarse, en realidad, con un combate producido cuando Carlomagno intentó implantar una “marca hispánica” al sur de los Pirineos occidentales.

El invasor franco intentó infructuosamente conquistar Zaragoza en el año 778; en agostó se retiró y durante su marcha hacia el norte incendió y saqueó Pamplona. Posteriormente, en el paso de Ibañeta, los vascones, tal vez con el apoyo de tropas árabes y del reino asturleonés, causaron un desastre al ejército invasor.

En esta cita bélica se puede inscribir al cantar de gesta de Bernardo el Carpio, cuya literalidad se desconoce en la actualidad. En la propia obra del Quijote se cita a Bernardo el Carpio como el autor de la muerte del héroe galo.

La imagen mítica del Camino de Santiago

Tal vez para ocultar aquella fracasada incursión, se tejió una historia fabulosa en la que se transformó a Carlomagno en liberador de Santiago de Compostela del yugo sarraceno, y en la que aparece en reiteradas ocasiones el mítico Roldán, como sobrino del emperador.

Leyendas, canciones y textos pretendidamente históricos magnificaron la gloria de Carlomagno y sus hombres; atribuyendo al mismo la conquista de toda España, “para Gloria del Señor y de su Apóstol Santiago”.

Personajes como Roldán o milagros como el del joven ahorcado y el gallo y la gallina que recobraron la vida animaban a los viajeros de todo el continente europeo a emprender el Camino; visitando los lugares de aquellas gestas y hechos maravillosos. Reliquias y lugares de leyenda pasaron a ser parte de los puntos esenciales en el recorrido hacia Compostela.

Las reliquias de Roldán

El cuerpo de Roldán se hallaba en la antigüedad –según los relatos de los peregrinos- en la basílica de San Román, en Blaye, al norte de Burdeos. El templo, originario del siglo IV, fue tumba de reyes merovingios, y resultó destruido en el siglo XVII; previamente había sido gravemente dañado en las Guerras de Religión.

San Román fue el evangelizador de Blaye en el siglo IV, y su cuerpo se hallaba en la basílica, en un conjunto de tres sepulcros. Los otros dos se atribuyeron a Roldán y a su compañero Olivier. Más tarde se dijo que los enterrados allí eran Roldán, Olivier y el propio arzobispo Turpín, a quien se atribuía la historia fantástica del emperador Carlomagno.

El texto atribuido al arzobispo Turpín señalaba que el cadáver de Roldán fue llevado por Carlomagno desde Roncesvalles a Blaye en un féretro de oro. Allí “lo enterró honrosamente en la iglesia de San Román, que él mismo en otro tiempo había construido”, dice.

Añade el texto que en la cabecera del sepulcro se puso la espada del héroe, Durandarte. También se dejó la trompa de marfil a los pies. Finalmente precisa que esta trompa fue llevada con posterioridad “indignamente” a la iglesia de San Severino, en Burdeos.

Combate entre Roldán y Ferragut

Capitel del palacio Real de Estella (Navarra), con la lucha entre Roldan y Ferragut. Los lugares ligados a la historia y las reliquias de Roldán fueron siempre un atractivo para los peregrinos a Compostela. Imagen de José Holguera.

Blaye, Burdeos y Roncesvalles

En la literatura odepórica encontramos más testimonios de la relación de Blaye con Roldán. El viajero Guillaume Manier describe en su relato del viaje a Compostela que Roldan era de Blaye, y que allí estaban la espada y el cuerno que portaba en el momento de su muerte.

Pero el famoso cuerno o trompa fue visto en más lugares. El noble polaco Erich Lassota von Steblovo, que estuvo en España al servicio de Felipe II y peregrinó a Compostela, afirmó haberlo visto en la catedral de Santiago. Sin embargo, son más numerosos los testimonios que citan como poseedor de la reliquia al monasterio de Roncesvalles.

El famoso peregrino italiano Domenico Laffi describió la pulcra iglesia de Roncesvalles “que mandó construir Carlomagno y en la que decía misa el obispo Turpín”. De ella destacó su oficio litúrgico, con música a la española, de gaitas y órgano; el altar precioso con, la virgen gótica, y el cuerno de Roldán.

En la guía de Hermann Künig no hay ninguna cita de Carlomagno ni de Roldán, pero hay una referencia implícita notable. La Niederstrasse termina en Aquisgrán, y esto resulta emblemático, porque esta ciudad es por esencia la ciudad de Carlomagno.

Roldán… por doquier

La presencia mítica de Roldán se extiende a muchos otros puntos de España, desde Cataluña a Galicia. En la geografía del país se citan desde peñascos donde se ubicó alguno de sus combates a representaciones de sus luchas.

En Navarra, concretamente en el palacio Real de Estella, encontramos un capitel románico con el combate de Roldan y el gigante Ferragut. En la Rioja, cerca de Nájera, podemos ver el Poyo de Roldán, el punto donde Roldán y el gigante Ferragut se enfrentaron… No obstante, la mayor referencia del mítico combatiente sigue siendo Roncesvalles.

El halo mítico del héroe se ha forjado a lo largo del tiempo. Primero fueron la crónica medieval y el cantar épico que lleva el nombre de Roldán. Luego llegaron los “Orlandos” de Matteo Maria Boiardo y Ludovico Ariosto; y más tarde hasta una ópera y otras narraciones conteporáneas.

El autor

Conocida la antigua historia como “Crónica del Pseudo Turpín”, no sabemos ciertamente quién fue el autor de  la misma. Expertos como Bernard Gicquel la atribuyen a Pedro de Poitiers, colaborador de Pedro el Venerable, abad de Cluny en el siglo XII; aunque es cierto que hay varios cientos de ejemplares medievales, en los que han participado numerossos copistas que en algunos casos han aportado innovaciones.

En la Edad Media era muy común la “recreación” de todo tipo de historias, y biografías. Los hagiógrafos no dudaban en “mejorar” la vida de los santos, con hechos maravillosos, con el fin de fortalecer el entusiasmo y la devoción de los fieles.

Como muchas otras obras históricas y hagiográficas, en la crónica del Pseudo Turpín puede haber varias intencionalidades. Una de ellas podría ser la de dar moral de victoria a un orbe cristiano que al acabar el siglo XI había recibido el impacto de los almorávides y que cincuenta años más tarde contemplaba cómo los incontenibles almohades habían saltado de África y controlaban ya el sur de la Península Ibérica.

La intencionalidad de una crónica

El relato presenta a unos líderes cristianos que, apoyados por su valor y su fe, derrotaron una y otra vez a los enemigos de la religión cristiana. Además, termina con una exhortación del “santo papa Calixto”. En ella dice: «os suplico, hijos míos, que entienda vuestra caridad cuánta importancia tiene el ir a España a pelear con los sarracenos y con cuántas gracias serán remunerados los que voluntariamente allá fueren”.

La crónica del Pseudo Turpín no duda en inventar fantásticas luchas y hechos novelescos, tomados a veces de la propia historia medieval de hispana. En el capítulo XX  de la misma tenemos un ejemplo, cuando describe a Carlomagno desterrado en la corte de Toledo, escena que toma seguramente del exilio de Alfonso VI en Toledo, durante el gobierno de Al-Mamún.

Puede que no falten tampoco otras intencionalidades religiosas. Los grandes expertos en los textos recogidos en el Calixtino encuentran que entre los múltiples autores de los libros hay una acusada influencia propagandística de centros de Cluny y de los canónigos de San Agustín.

Roncesvalles, vista de la parte posterior del complejo religioso.

Roncesvalles, un espacio mítico y de referencias carolingias, en medio de la espléndida naturaleza pirenaica. Imagen de Guiarte.com

La promoción de un itinerario

Estas influencias tuvieron incidencia –sin duda- en el prestigio de ciertos itinerarios de peregrinación. Uno de ellos es el que va por Blaye, Burdeos y Roncesvalles, lugares de resonancias «roldanescas». Ese itinerario deja a un lado a Bayona, ciudad que fue durante muchos siglos un lugar clave de la peregrinación.

La marginación de Bayona es una de las acusadas deficiencias de los libros del Calixtino. Por Bayona pasaban los viajeros que seguían por tierra hacia Burgos o por la vía costera hacia Oviedo y Compostela. Además, Bayona era un puerto también de gran importancia para la peregrinación. En él recalaban viajeros del Norte de Europa y las islas británicas, para seguir a veces por tierra o para continuar bordeando la costa hasta Galicia. Hasta Al Idrisi, el famoso cartógrafo árabe del siglo XII, lo sabía; y así lo plasmó en su mapamundi.

En los libros del Calixtino la presencia de Bayona no brilla… pero brilla Roncesvalles, que recibía un inesperado «vigor» carolingio merced a la historia del Pseudo Turpín y a los cantares de gesta.

Roncesvalles aparece como mítico punto de entrada a la Península Ibérica. Hay que recordar que el monasterio fue impulsado por el obispo de Pamplona Pierre de Andouque. Este puso al centro pirenaico bajo el control de la abadía de Conques, una abadía muy «carolingia», de la que él mismo procedía. Para completar el panorama favorable a Roncesvalles, cabe señalar que Pierre de Andouque mantenía unas excelentes relaciones con Diego Gelmírez y con el papa Pascual II. Las cosas no ocurren por casualidad.