Acostumbrados a la imagen del peregrino que avanza por los caminos en dirección a Compostela, generalmente se olvidan los miles de viajeros que llegaron por mar. Juan Caamaño Aramburu nos habla de ello en un excelente libro: Peregrinaciones por mar a Compostela
Por Tomás Alvarez
Capitán de navío de la Armada y piloto naval de helicópteros, Juan Caamaño nos recuerda en este trabajo desde las míticas navegaciones de la leyenda jacobea a las rutas históricas por el océano y los mares que rodean a Europa; nos habla de peregrinos que realizaron viajes llenos de aventura, zozobra y esperanza.
Amante de los temas jacobeos, la Historia y la Literatura, Caamaño es licenciado en Ciencias Religiosas por la Universidad Pontificia de Comillas y ha escrito diversos trabajos sobre la peregrinación.
Por caminos ignotos y procelosos
En Peregrinaciones por mar a Compostela nos recuerda que “fueron muchos los caminos marítimos y rara vez placenteros; pues si hay quien dejó su vida en los Pirineos, en los Montes de Oca o la meseta castellana, también fueron muchos los que entregaron su alma en las aguas del Báltico, el Atlántico, el Cantábrico o el Mediterráneo”.
Luis Gutiérrez Perrino, quien fue presidente de la Federación Española de Asociaciones del Camino de Santiago, describe en el prólogo su propia sorpresa al tener en sus manos un texto que profundiza en ese otro peregrinaje,antaño habitual para los viajeros de la costa atlántica:
“Mi idea del peregrino – dice– siempre ha recreado a un caminante con el calzado cubierto por el polvo del Camino, o por barro si el tiempo era adverso (…)Por eso cuando Juan Caamaño me pidió que le ayudará a presentar este libro, que habla de peregrinos que se dirigían a Santiago desde remotos lugares, subidos en frágiles embarcaciones, me sentí acorralado”.
En general, para multitud de amantes del mundo jacobeo, el relativo olvido de las rutas del mar es evidente; sin embargo –como afirma Luis Gutiérrez- «Juan Caamaño ha sabido cubrir con su trabajo esa carencia de información sobre el tema».
Desde el inicio de la Baja Edad Media
En la introducción del libro, Caamaño señala que las peregrinaciones marítimas a Santiago de Compostela son conocidas desde el siglo XI; cuando habían transcurrido doscientos años desde la Inventio de la tumba del Apóstol Santiago. Las crónicas de los siglos XII y XIII, en pleno auge de la peregrinación jacobea por los caminos del continente, reflejan ya un número significativo de personajes de la nobleza o de la jerarquía eclesiástica que llegaban en barco a Galicia procedentes del norte de Europa. En este grupo se incluía a los cruzados que en su navegación a Tierra Santa hacían escala en Galicia, para visitar la tumba del Apóstol.
Era aquél un tiempo en el que muchos peregrinos atravesaban el Mediterráneo para acudir a Jerusalén. El Codex Calixtinus, en su Libro II, recoge ventidós milagros realizados por el Apóstol; de ellos, cinco tienen relación con peregrinos que iban a bordo de sencillas naves, señala el autor. En esos relatos, los viajeros, ante las dificultades del periplo, imploran la ayuda del Apóstol; prometiéndo que si les conservaba la vida irían a visitar su tumba.
El auge de las peregrinaciones por mar a Compostela
Afirma Juan Caamaño en la introducción de su trabajo que la situación cambió a partir del siglo XIII. «Entonces, las peregrinaciones por mar comenzaron a crecer, al amparo de las relaciones comerciales que mantenían los comerciantes de las diferentes ciudades portuarias del norte europeo. Transportar peregrinos, junto con las mercancías, suponía un negocio muy lucrativo para los armadores».
«Otros factores también influyeron en este incremento de la peregrinación por mar; unos debido a las enfermedades provocadas como la Peste Negra de 1348; otros relacionados con la inseguridad de los caminos terrestres, a raíz de la guerra de los Cien Años (1337-1453) entre Inglaterra y Francia».
Señala Caamaño que del mismo modo que los caminos a Santiago por tierra sufrieron modificaciones en el transcurso del tiempo, también la peregrinación por mar se fue adaptando a los cambios que se producían en el ámbito marítimo. Estos cambios afectaron a las instalaciones y servicios que ofrecían los puertos; los tipos de barcos utilizados; las rutas de navegación, y a la seguridad en el mar y la vida a bordo.
La innovación
En el libro se destacan tres aspectos claves en esta evolución de la calidad del viaje:
Primero, los avances en la construcción naval y en el velamen. Esto mejoró la seguridad de la navegación, la capacidad para llevar mercancías e incrementar el número de peregrinos a bordo.
En segundo lugar, el cambio en las rutas de navegación originales, por los mejores conocimientos náuticos. En un principio la navegación era de cabotaje, a vista de costa, con frecuentes escalas para aprovisionamiento. Luego, los barcos se aventuraron a seguir una ruta más alejada, más directa hacia Galicia y los puertos del Cantábrico, en general; con menos escalas.
Finalmente, el crecimiento del número de peregrinos que en las costas del norte de Europa decidieron hacer uso de los barcos, evitando la inseguridad de los caminos terrestres y las enfermedades.
La consolidación del viaje por mar
Como consecuencia de todo ello, «nace en el siglo XIV, y se consolida en el XV y XVI, la peregrinación marítima; un fenómeno colectivo y habitual. Esto llevó a las autoridades a regular este tráfico marítimo, imponiendo a los propietarios de barcos la exigencia de licencias para poder transportar peregrinos», según el autor de la obra.
Pero mientras en el ámbito Atlántico la evolución fue al alza, en el Mediterráneo la situación resultó diferente.
«Es un hecho real –explica Caamaño- que el número de licencias concedidas por la Corona inglesa se incrementó en los Años Santos». Entre 1372 y 1501 hubo diecisiete años jubilares, citas en las que se detectó el aumento del número de peregrinos que viajaban a Compostela para visitar la tumba del Apóstol.
Crisis en el Mediterráneo
Frente al panorama en las aguas del Atlantico, en el Mediterráneo la toma de Constantinopla por los turcos otomanos en 1453; su posterior expansión hacia el oeste, y las ulteriores batallas navales contra los aliados cristianos –como la batalla de Lepanto en 1571– influirían negativamente en las peregrinaciones; básicamente, por la inseguridad de la navegación.
Pese a ello, en el siglo XVII se registró un crecimiento de los viajes por mar de peregrinos italianos. Los puertos de la costa oriental española verán un incremento en la llegada de viajeros. Estos, tras desembarcar, continuaban la marcha a pie por distintas rutas hacia Compostela.
Ya en los siglos siguientes, el XVIII y XIX, las peregrinaciones por mar dejaron de tener un carácter regular para ser algo ocasional. «Son siglos donde, además, la peregrinación no se ve favorecida. El pensamiento ilustrado del Siglo de las Luces consideraba la visita a los santuarios como una “superstición popular”, afirma el autor de la obra.
Un enfoque ambicioso
El trabajo de Juan Caamaño tiene un enfoque amplio, pues dedica espacios a los distintos ámbitos costeros, a la información sobre puertos y viajeros, pero también a los relatos de los peregrinos, a las tipologías de los navíos y hasta la vida a bordo de los mismos durante la navegación.
El autor va desgranando a lo largo de las página puertos de partida y citas de peregrinos conocidos. Desde las Islas británicas llegaron múltiples de ellos, como la mística Margery Kempe, o John Goodyear, párroco de la isla de Wight quien trajo en 1456 el retablo Goodyear a la catedral de Santiago.
De los países escandinavos, se cita entre otros a Santa Brígida, peregrina en 1341; de Polonia, al gran viajero Nicolás von Popplau, quien en 1484 alcanzó Compostela; de Bohemia al caballero Leo von Rozmithal, apresado por piratas en la travesia de Inglaterra al continente, en 1466; de Flandes, al famoso pintor Jan van Eyck, peregrino en 1428… Y hasta de lejanos países orientales como fue el caso del obispo armenio Martiros de Arzendjan, quien partió desde su monasterio hacia Santiago en 1489, en una viaje novelesco, por tierra y mar, que duraría largos años.
Un trabajo riguroso
Otro territorio de enorme tradición, que recuerda también el autor es el italiano. De él partieron incontables viajeros por vía marítima, para alcanzar las costas orientales hispanas. Entre estos, Cosme III de Medici, que zarpó del puerto de Livorno, en 1668, o Gian Lorenzo Buonafede Vanti, quien viajó desde Génova en 1717.
Uno de los capítulos se dedica al caso del barco Mary London, que embarcó en Irlanda, en el año 1473, a 400 peregrinos, a los que llevó a Galicia. En el regreso, cerca del puerto de Waterford, otros tres barcos que apresaron al navío, a los peregrinos y sus pertenencias. Este caso da pie al autor para considerar aspectos como la incidencia de las luchas comerciales y la piratería en los viajes por mar.
El trabajo trata de conjugar el dato histórico riguroso y la divulgación.”Mi intención –explica Caamaño- era que estuviera bien fundamentado históricamente. Pretendí también que fuera accesible a personas que no tuvieran cultura náutica, y pudieran comprender algo de la vida en la mar”.
“Con él –agrega- quise llenar un hueco en la historia jacobea, como era el mundo de las peregrinaciones por mar a Compostela, muy poco tratado y muy poco conocido, incluso entre quienes estamos metidos de lleno en el mundo jacobeo”.
[…] Caamaño Aramburu, autor del libro Peregrinaciones por mar a Compostela, recientemente publicado, nos habla de los periplos desde el lejano norte europeo, y cita […]