Jerusalén, centro sagrado del cristianismo, es una ciudad clave para la peregrinación, por su relación con la vida y Pasión de Jesucristo; pero también es una ciudad santiagueña, porque allí fue martirizado el Apóstol.

Por Tomás Álvarez

Una población especialmente ligada al universo de las peregrinaciones y a la del propio apóstol Santiago el Mayor es Jerusalén; ciudad sagrada para el cristianismo, el judaísmo y la religión musulmana.

Desde la antigüedad, el significado de Jerusalén como tierra vinculada a la vida y Pasión de Jesucristo, hizo de esta población un objetivo esencial de grandes viajeros y peregrinos. Allí fue ya, en tiempos romanos, santa Elena, o Helena (Flavia Julia Helena) emperatriz, madre de del emperador Constantino, proclamada santa en el cristianismo.

Iglesia Santo Sepulcro de Jerusalén

Jerusalén, centro sagrado del cristianismo: Edículo en medio de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Imagen Rubén Alvarez. elcaminodeKunig.com

Santa Elena en Jerusalén

En Europa Occidental hay numerosas reliquias que se cree que fueron traídas por santa Elena, quien viajó hacia el año 326 a esta parte del imperio. Entre ellas, restos de la Cruz de Cristo (en Roma); de los Reyes Magos (en Colonia); de San Matías (en Tréveris), y la llamada Escalera Santa (en Roma). Además, investigó la ubicación del sepulcro de Cristo, donde se edificó entonces el primer templo del Santo Sepulcro.

Otra peregrina famosa de la antigüedad fue Eteria o Egeria, mujer noble vinculada a la aristocracia imperial, tal vez familia del emperador Teodosio y originaria previsiblemente del Bierzo (León), que viajó a Oriente y conoció tierras de Asia Menor, Siria, Palestina, Mesopotamia y Egipto. El recorrido de esta mujer hispana se efectuó hacia el año 380; dejó un escrito sobre el viaje, pero no se conserva en su totalidad. En el mismo se denota una inmensa cultura.

Desde aquellos tiempos, la ciudad de Jerusalén no ha dejado de ser una meta de grandes peregrinos, aunque la llegada hasta la misma ha pasado por momentos críticos y dramáticos, en función de la convulsa historia de aquellos territorios del Cercano Oriente.

Santiago en Jerusalén

Para el mundo santiagueño, la ciudad de Jerusalén tiene también un hondo significado porque en ella Santiago vivió al lado de Jesús los dramáticos momentos previos a la Crucifixión; allí sería martirizado el propio Apóstol en el año 44 durante el gobierno de Herodes Agripa.

Tras la muerte de Santiago, no hay constancia documental de datos relativos al destino del cadáver, aunque perduran tradiciones vinculadas al mismo; incluso existe una catedral dedicada a Santiago, perteneciente a la iglesia armenia, que se asentaría sobre el lugar donde se martirizó al apóstol y donde algunas fuentes afirman que se enterró su cuerpo.

Relacionado con este punto, hay una interesante peregrinación en el siglo XII, del que fue antipapa Gregorio VIII, de nombre Mauricio Bourdino (Maurice Bourdin), oriundo de Aquitania. Este personaje fue obispo de Coímbra y Braga en tiempos de Gelmírez, en la época en la que el condado de Portugal aún formaba parte del Reino de León.

Tras la apropiación de las reliquias de Braga por Diego Gelmírez, el obispo Bourdin peregrinó a Jerusalén y –según ciertos relatos- se llevó de allí la cabeza del apóstol Santiago. Vuelto a la península ibérica depositó las reliquias en un convento de Carrión. La reina Urraca, enterada de la existencia de las mismas, se llevó la cabeza a la abadía de San Isidoro de León y luego a Santiago. La entrega de la reliquia provocó en Compostela una nueva preocupación, pues súbitamente la catedral compostelana tenía dos cabezas de Santiago. Fue entonces cuando se explicó que la nueva reliquia era en realidad la cabeza de Santiago el Menor, el hijo de Alfeo.

Son numerosísimas y famosas las peregrinaciones a Jerusalén durante la Edad Media y el Renacimiento. Peregrinos notables como Arnold von Harff, viajero por toda Europa y buena parte de Asia y África, llegaron allí.

Entre los personajes ligados al Camino de Santiago que fueron hasta Jerusalén figura Juan Velázquez, conocido como san Juan de Ortega, quien a su retorno de Oriente dedicó su vida a favorecer la peregrinación y a la reconstrucción de calzadas y puentes.

La peregrinación a Jerusalén

Era habitual que, en el caso de los centroeuropeos, avanzaran por la actual Suiza –muchas veces por Constanza y Einsiedeln- en dirección al sur, para alcanzar Venecia en el Adriático, y desde allí tomar algún navío hacia Asia Menor y el entorno de la actual Israel. Bien a la ida o a la vuelta solían pasar por Roma.

Antes de llegar a Jerusalén, centro sagrado del cristianismo, los viajeros solían desembarcar en el puerto de Jaffa, en Palestina. Allí, a los peregrinos se les informaba que desde aquel puerto había partido la barca con el cuerpo de Santiago el Mayor en dirección a España.

También había numerosos viajeros de la Península Ibérica. Unos aprovechaban las naves que pasaban por la costa atlántica y se detenían en Galicia, y otros avanzaban primero hasta Roma para proseguir hacia Oriente, más tarde, desde los puertos del Tirreno o el Adriático.

La intensidad viajera hacia la ciudad de la Pasión de Cristo continúa en la actualidad, pese a que Jerusalén sigue siendo territorio conflictivo.

Piedra de la Unción. Santo Sepulcro de Jerusalén

Peregrinos sobre la Piedra de la Unción, según la tradición, el lugar donde el cuerpo de Cristo fue preparado para su entierro. Es uno puntos más populares de la Iglesia del Santo Sepulcro. Imagen Rubén Alvarez. elcaminodeKunig.com

Una urbe eterna

Esta es una urbe “eterna”; ya tuvo notable importancia desde la antigüedad, siendo cabeza de un pequeño reino; aunque siempre en una existencia inestable por la invasión de imperios que dominaron aquel espacio geográfico: babilonios, persas, seleúcidas, romanos, bizantinos, musulmanes…

En torno al siglo VII cayó Jerusalén bajo el dominio de los últimos citados. Fue un tiempo especialmente duro. Una serie de invasiones lograron que el poder musulmán se expandiera por las islas del Mediterráneo y la Europa del sur. Hechos como la destrucción de las iglesias de Jerusalén, entre ellas la del Santo Sepulcro y las persecuciones de cristianos decretadas por el califa fatimí Al-Hákim (1009), así como el avance posterior de los selyúcidas por Asia Menor, con las matanzas de cristianos y peregrinos, radicalizaron la relación entre religiones.

En el final del siglo XI, Jerusalén fue conquistada por tropas cristianas y constituida en capital de un pequeño Estado. Sin embargo, pronto cayó bajo el dominio del sultanato de los mamelucos y luego del imperio otomano. Independizada del dominio turco, a mediados del siglo XX, la ciudad quedó dividida entre el reino jordano y el del Estado de Israel, hasta que en 1967 Israel ocupó la zona oriental.

Ciudad Sagrada

Ciudad sagrada en el judaísmo, y luego también por el cristianismo, destruida por guerras de otras potencia dominantes, tales como los seleúcidas y los romanos, que instalaron nuevos dioses y costumbres en la urbe; fue protagonizando desde la antigüedad un mito utópico; el de la Jerusalén Celestial modelo ideal para las naciones: la mítica y maravillosa Ciudad de Dios, frente una también mítica Babilonia de la perversidad.

En la Jerusalén actual, capital del Estado de Israel, habitan algo más de 700.000 habitantes. Es una ciudad llena de contrastes y monumentos que recuerdan su intenso pasado; en ellos perviven muchos elementos que atraen a los peregrinos judíos, cristianos y musulmanes.

Cúpula de la Roca, Jerusalén

Cúpula de la Roca, uno de los puntos clave de la explanada de las Mezquitas. Jerusalén -con la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa- integra junto a Medina y la Meca el trio de ciudades sagradas del islam. Imagen Rubén Alvarez. elcaminodeKunig.com

Los judíos tienen un lugar sagrado especial: el Muro de los Lamentos o de las Lamentaciones. Es el gran centro sagrado de esta religión, vestigio del Templo. Allí se congregan los devotos para lamentar la diáspora; pedir por el retorno de los judíos y la llegada de un mesías que renueve el poder de Israel, y la reconstrucción del templo.

Para los musulmanes, esta es también una ciudad santa y el centro de devoción se aglutina en la Explanada de las Mezquitas. Allí está la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa, enorme edificación ubicada sobre las ruinas del Templo de Jerusalén, desde donde se dice que se produjo la ascensión de Mahoma para acudir ante Alá.

Jerusalén, centro sagrado del cristianismo

Por último, para los cristianos, el lugar más sagrado es la iglesia del Santo Sepulcro, construida sobre el lugar donde, según la tradición, estaban tanto el punto donde fue crucificado Cristo, como la tumba en la que fue enterrado, que ahora se halla cubierta por un edículo. Este mausoleo marmóreo es el principal centro de atracción de los peregrinos. En general, el templo, por su historia, arte y dependencias exige un detenido recorrido.

Junto a este centro cristiano, existen otras referencias que interesan a los peregrinos, tales como la Vía Dolorosa o el Huerto de Getsemaní. Otro punto que suelen incluir en el viaje es la Iglesia de la Natividad, en Belén; a pocos kilómetros de Jerusalén. Ocupa el lugar en el que según la tradición, nació Jesús;  donde, el año 399 de nuestra era, se elevó una primera iglesia conmemorativa.