El ansia del peregrinaje a Santago de Galicia llegó incluso al corazón del imperio mongol, tal como se constata en el relato de un viajero flamenco extraordinario del siglo XIII, el monje Willem van Ruysbroeck, conocido también como Guillermo de Rubruquis o Guillaume de Roubrouck o Rubrouck. 

Por Tomás Alvarez

En la serie de grandes viajeros de elcaminodekunig.com incluimos a este personaje medieval, enviado a la tierra de los mongoles por el rey Luis IX de Francia, y que dejó escrito un interesantísimo relato de su experiencia; con el título: Itinerarium fratris Willielmi de Rubruquis de ordine fratrum Minorum, Galli, Anno gratia 1253 ad partes Orientales.

Hay pocos datos de este gran viajero que debió nacer en torno a 1220. Parece que fue uno de los clérigos que acompañaron, en el año 1248, al rey de Francia, cuando partió desde Aigues Mortes, con 20.000 soldados, para participar en la séptima cruzada. Esta movilización había sido convocada después de una serie de derrotas de los cruzados, en Oriente.

Viaje de Guillermo de Rubruquis a Karakórum en el siglo XIII

El viaje por Asia de Guillermo de Rubruquis y su compañero Bartolomeo da Cremona, hacia el corazón del imperio mongol. Itinerario y fragmento de una iluminación de un manuscrito medieval conservado en el Corpus Christi College de Cambridge.

De la VII Cruzada a la visita al Gran Kan

La expedición de Luis IX alcanzó Chipre, donde el monarca francés intentó pactar con los mongoles para reconquistar juntos Jerusalén; ciudad perdida por los cristianos en 1244. Los mongoles, que aceptaron los obsequios francos, no sólo no participaron como aliados sino que entendieron que los óbolos eran una señal de vasallaje, y pidieron que, en adelante, continuasen enviando tales tributos.

Tras diversos avatares, generalmente adversos, en 1254 el monarca francés dejó la Tierra Santa y retornó a su país.

En mayo de 1253, Rubruquis, partió hacia el interior de Asia, acompañado del también monje Bartolomeo da Cremona, un clérigo asistente y un intérprete. En principio, el viaje era misional, y el monje flamenco portaba una misiva del propio rey franco destinada al príncipe mongol Sartak, mandatario que operaba en el sur de la actual Rusia, y de quien se decía que había adoptado la fe cristiana.

Después de acudir ante Sartak, este envió a los viajeros a la corte de su padre, Batu Kan. Luego, con la autorización de este, siguieron hacia oriente para alcanzar Karakórum, en abril de 1254. En el retorno, Guillermo de Rubruquis viajó sin su compañero franciscano, a causa de una enfermedad. No se supo más de éste; se supone que falleció en aquellas lejanas tierras.

Las tierras de la Horda de Oro

Rubruquis partió hacia las tierras de los mongoles con la idea de evangelizar los territorios tártaros, creyendo que el príncipe Sartak (biznieto de Gengis Kan) se habia hecho cristiano. El propio Luis IX envió a Sartak, por medio del monje, una carta amistosa, felicitándole por su conversión. Pero el viajero no halló entre los mongoles gobernantes cristianos, sino mandatarios que trataban de convivir con los integrantes de las distintas religiones de un imperio descomunal.

El itinerario de ida discurrió por Constantinopla, Crimea y el sur de Rusia, donde gobernaba la llamada Horda Azul, controlada por Batu Kan, nieto de Gengis Kan, quien expandió el imperio mongol por buena parte de Europa del este. El monje se entrevistaría con el mandatario en su campamento, cerca de la actual Astracán.

Batu Kan fue un temible guerrero al que vio Rubruquis tanto a la ida como a la vuelta de su viaje ante el Gran Kan

Batu Kan, nieto de Gengis Kan, expandió el imperio Mongol por el este de Europa. Guillermo de Rubruquis se entrevisto con él y con su hijo Sartak. En la imagen, Batu Kan asola una ciudad rusa, según una miniatura del siglo XVI.

* Fuente Commons/Wikimedia/.

Con permiso de Batu Kan, Rubruquis continuó por el norte del Caspio y Tayikistán, en dirección a los dominios del Gran Kan, Möngke Kan, conocido también como Mongu Kan, nieto asimismo de Gengis Kan, dirigente que mantuvo una política expansiva que le llevó a alcanzar Indochina y otros territorios lejanos al núcleo original del imperio mongol.

El campamento de Batu Kan estaba en Sarai o Saraj, muy cerca de Astracán, en el bajo Volga. Desde allí, el avance de los viajeros dejó atrás el Mar Caspio. Rubruquis lo describe como un lago rodeado por cadenas montañosas, salvo por el norte. Con ello, fue el primero en demostrar que no era correcta la descripción de Isidoro de Sevilla, quien escribió que el Caspio era una entrada del océano Ártico.

La dureza del recorrido

Fue un periplo duro para los expedicionarios; a veces acosados por el frío y el hambre en territorios desolados. Los viajeros pasaron al norte del mar de Aral y del lago Baljash, hasta alcanzar el campamento de Möngke Kan; a unos seis días de viaje de la ciudad de Karakórum, capital del imperio mongol en el siglo XIII. Era un 27 de diciembre cuando llegaron a él. Una semana más tarde, Rubruquis tendría su primera audiencia con el mandatario.

En el recorrido, los occidentales habían encontrado colectivos tártaros, alanos, búlgaros, cumanos, uigures, y hasta tibetanos; a la par que multitud de creyentes de distintas religiones, desde cristianos griegos, nestorianos, a mahometanos y otros fieles de religiones asiáticas, a los que Rubruquis calificó comúnmente como “idólatras”.

En los meses que siguieron al encuentro con Möngke Kan, Rubruquis alternó entre el campamento del mandatario y Karakorum. En esta ciudad organizaría incluso una misa para un amplio colectivo de cristianos, desde alanos a armenios y georgianos. El 30 de mayo de 1254, en presencia del Gran Kan, tuvo lugar un famoso debate teológico entre el propio Rubruquis con nestorianos, budistas y musulmanes.

Un relato revelador de  la sociedad de Asia Central

El relato del monje franciscano es magnífico en cuanto a detalles de costumbres, comidas, vestimentas, usos cortesanos, etc. de cada una de las regiones.

Resulta asombroso cómo a lo largo del trayecto los viajeros occidentales encuentran europeos que por causas diversas han acabado haciendo vida en los lejanos territorios; algunos de ellos con una existencia holgada. Entre estos cita a una mujer de Metz, Lorena, de nombre Paquette, casada con un constructor ruso; así como a un orfebre parisino, Guillaume Boucher, quien goza del aprecio del máximo dignatario mongol por ser creador de maravillosas joyas mecánicas para su corte.

El objetivo del viaje, empero, será un fracaso. Los gobernantes no eran cristianos; los viajeros no expandieron la fe cristiana por Oriente, y el posible objetivo de establecer relaciones diplomáticas entre Francia y los mongoles no se pudo alcanzar. Möngke Kan sostenía que Gengis Kan, su antecesor, era hijo de Dios y representante de él en la tierra, por lo que Francia no era un país de igual categoría; debia ser por esa razón divina, un estado vasallo.

Se cree que Luis IX nunca llegó a leer el informe final del viajero y este pasó practicamente desconocido hasta que en el año 1839 se publicó una traducción íntegra del mismo, por Francisque Michel y Thomas Wright, con el título de «Voyage en Orient du Frère Guillaume de Rubruc». Hoy, el trabajo de Rubruquis se considera como el más ilustrativo y fidedigno de los publicados en la Edad Media, sobre viajes al Lejano Oriente.

Audiencia ante Mongke Kan, el gobernante que reció a Guillermo de Rubruquis en el corazón de su imperio

Una audiencia ante Möngke Kan, el Gran Kan mongol, que recibió en su corte a Guillermo Rubruquis y sus compañeros de expedición en el siglo XIII.

* Fuente Commons/Wikimedia/ Bibliothèque Nationale de France. Département des Manuscrits. Division Orientale.

El retorno a través del Cáucaso y Armenia.

El retorno de Rubruquis se inicio el 18 de agosto de 1254, siguiendo una ruta similar a la del viaje de ida, hasta el Mar Caspio. Antes de llegar a este gran lago, conoció al rey de Armenia, quien marchaba hacia el este con un séquito, para visitar a Möngke Kan.

Tras pasar por el campamento de Batu Kan, avanzó en dirección a Siria, pensando que el monarca francés tal vez estaría aún por allí. Marchó hacia el sur, por el Cáucaso; alcanzando territorios de Persia y Armenia, para arribar a la ciudad de Lajazzo, en la actual Turquía. Allí tomó un navío que le condujo a Chipre, a donde llegó el 16 de junio de 1255.

En Nicosia, el viajero flamenco, se encontró con el provincial de su orden, quien le llevó a Antioquía y Acre; la última posesión de los reinos cristianos, enclave que acabaría cayendo ante el avance musulmán en 1291. Allí, redactaría el texto de su itinerario.

La atracción de Compostela

El amplio informe es un documento excepcional para conocer los pueblos y costumbres de gran parte de Asia en el siglo XIII. También es muy interesante para percatarse de la proliferación de creencias y religiones en todo ese inmenso espacio geográfico.

Dentro de su relato, un tema que destaca es la abundancia por toda Asia de nestorianos, una escisión cristiana surgida en el siglo V; motivada por diferencias teológicas sobre la naturaleza de Cristo. Los monjes nestorianos, incluso, se movían con relativa facilidad en las cortes de los dirigentes imperiales. También aparecen otros sacerdotes y fieles cristianos, especialmente ligados a la iglesia griega.

En el relato de la estancia en Karakórum se encuentra una escena en la que varios monjes visitan al Gran Kan y después de la visita, uno de ellos demanda Rubruquis que le “provea de caballerías para hacer el viaje a Santiago de Galicia”.

Rubruquis no lo hará. Por un lado, sospechaba de la sinceridad del peticionario… por otro, él era un fraile mendicante y con escasos recursos. Bastante reto tenía con sobrevivir en el largo recorrido del regreso, por un territorio inmenso, duro y peligroso.

Y el Preste Juan

En uno de sus capítulos, Rubruquis también alude a una leyenda que tuvo gran trascendencia durante toda la Edad Media: la del Preste Juan (presbítero o sacerdote  Juan), legendario gobernante cristiano de un territorio de Extremo Oriente.

En el texto, el viajero flamenco recoge una historia ocurrida en un país denominado Nayman, donde un sacerdote nestoriano de nombre Juan se hizo con el poder, y que fue aclamado como rey sacerdote Juan, de quien los nestorianos decían maravillas.

El mito tuvo gran trascendencia durante toda la Edad Media, e incluso la época de las grandes exploraciones del los siglos XV y XVI. Hubo leyendas que lo ubicaron en la India, en tanto que viajeros portugueses lo situaron en Etiopía, donde aún pervive actualmente un cristianismo de raíces antiquísimas.