Una pequeña ciudad del sur de Francia con una larga historia y un aire inconfundible es Aigues Mortes; situada a la orilla del Mediterráneo, muy cerca de Montpellier. Por allí viajó Hermann Künig, autor de la primera guía de peregrinación de la Edad Moderna.
Por Tomás Alvarez
La población de Aigues Mortes, llena de historia, también fue un lugar vinculado a la peregrinación. Hermann Künig la cita en su guía, publicada en 1495, texto que informaba al peregrino sobre las rutas que conducían a Santiago de Compostela.
En su tránsito hacia Compostela, el monje servita alemán llegaría a Aigues Mortes procedente de Nimes, y de camino hacia Montpellier.
Hermann Künig, habitualmente utilizó las vías más fáciles para ir de un lado a otro, pero en este caso en lugar de avanzar hasta Montpellier por el trayecto más fácil (el entorno de Milhaud y Lunel) que le exigiría unas ocho leguas, lo hizo dando un rodeo por el sur de la ruta indicada, por un territorio en el que vio algún castillo y abundantes lagunas. Esta ruta le exigió algunos kilómetros más de los anunciados. Tal vez por ello, en su texto advierte al lector: “No pierdas el coraje en el camino”.
Aigues Mortes se halla en una zona de marismas, en una llanura en el flanco occidental del delta del Ródano; tierra que en la Edad Media estaba prácticamente despoblada. Esa cualidad de zona de aguas estancadas (aguas muertas) dio nombre a la población surgida en 1240
En un espacio de marismas
Ya en el final del siglo VIII, en los días de Carlomagno, se edificó allí una torre de vigilancia, pensada para proteger a los pescadores y servir de alerta de posibles invasiones a Nimes y Montpellier. Cerca se abrió un monasterio benedictino, la abadía de Psalmody, enriquecido pronto con la producción de sal, producto que se venía explotando en la zona desde el Neolítico.
A mediados del siglo XIII, Luis IX, compró a los monjes el puerto que utilizaban para su negocio y los terrenos donde actualmente está Aigues Mortes; construyó un buen acceso al lugar; lo fortificó, y dio ventajas a los pobladores que allí se instalaron. La protección real y el movimiento portuario fueron la base de un periodo de progreso para la población.
Desde Aigues Mortes, el propio Luis IX partiría a las cruzadas séptima y octava. La voluminosa torre Constanza, en uno de los vértices del recinto murado rectangular, fue levantada en la época de este monarca. Se erigió sobre otro torreón que previamente se había hecho en la época carolingia. Allí se alojaba la guarnición militar de la plaza portuaria. Más tarde, la edificación le serviría a Felipe IV para encarcelar en ella a monjes templarios. Ya en la Edad Moderna, también fue prisión de hugonotes.
Y días de decadencia
En el final del siglo XV la potencia de la ciudad y de su puerto decaen, cuando gran parte de Provenza, con Marsella, y Tolón (Toulon) quedaron en poder de la corona de Francia. Más tarde, Los disturbios generados por la llegada de la Reforma protestante y las Guerras de Religión también resultaron negativos para el lugar.
A lo largo del los años, los puertos de la ciudad fueron quedando inservibles por los aterramientos. En la actualidad, la agricultura, las explotaciones de sal y el atractivo del turismo, al ser una ciudad cercana a la costa y rodeada íntegramente por sus murallas del siglo XIII, han dado solidez económica a la población. Esta alcanza los 7000 habitantes (2022)
Lo más interesante, en lo arquitectónico, es el recinto murado, del siglo XIII y la gran torre Constanza, de la misma época. Esta torre tiene una altura de más de 30 metros, con su torrecilla/faro. Es una construcción masiva, cuyas paredes tienen en su arranque unos seis metros de anchura. Desde lo alto se disfruta de una magnifica vista sobre la Camarga.
Otra torre famosa es la Carbonera. Está en el camino que conducía a través de las marismas a Aigues Mortes. Era como una pequeña fortaleza que tenía un cuerpo de guardia permanente; también es hoy un magnífico observatorio sobre este rico enclave natural.
Aigues Mortes y la peregrinación
Aigues Mortes tuvo un papel destacado en las vías de peregrinación. En primer lugar por la importancia de su puerto medieval, en el que se embarcaban los cruzados y también lo navíos comerciales que permitían a los viajeros alcanzar Roma o Jerusalén. Pero ese papel de lugar de paso de peregrinos también se debía al flujo de viajeros que venían desde Aviñón, Arles o Centroeuropa, hacia Compostela; este fue el caso del monje Hermann Künig.
Este ir y venir de peregrinaciones también se facilitó por la cercanía de otros centros religiosos. La zona cercana a la desembocadura del Ródano es una tierra de reliquias y santuarios. No lejos, en la misma Camarga, en un espacio lagunar y costero esta la población de Saintes Maries de la Mer.
Una leyenda señala que a este lugar arribaron en el siglo I María Salomé, María de Cleofás, María Magdalena, Lázaro y otras personas cercanas al círculo de Cristo, entre ellas la sirvienta Sara. Las dos primeras y Sara permanecerían en el entorno, en tanto que el resto se dispersó predicando la Buena Nueva. En Saintes Maries se veneran a las tres citadas, y el lugar ha sido centro de peregrinaciones por ello. Destaca en especial la veneración hacia Sara, patrona de los gitanos y centro de una peregrinación masiva y multinacional cada mes de mayo. En el centro de la localidad se alza el santuario-fortaleza medieval.
También está relativamente cerca de Aigues Mortes otro importantísimo lugar de peregrinación: Saint-Gilles du Gard. Es la ciudad de otro santo famoso, fundador de un no menos famoso monasterio: Saint Gilles, Egidio, o Gil.
El poder de atracción religiosa de la zona es inmenso, pues a todo esto cabe añadir la cercanía de Arlés (unos 40 kilómetros), la gran ciudad romana, donde se venera a san Trófimo; así como la papal Aviñón (a unos 70 kilómetros).
Información adicional sobre Aigues Mortes.
[…] fue uno de los clérigos que acompañaron, en el año 1248, al rey de Francia, cuando partió desde Aigues Mortes, con 20.000 soldados, para participar en la séptima cruzada. Esta movilización había sido […]
[…] Aigues-Mortes […]