Anfiteatro de Nimes

El famoso Anfiteatro de Nimes, les Arènes, obra del siglo I en la que siguen celebrándose espectáculos y corridas de toros. Imagen de Nimes Tourisme

Por Tomás Alvarez

No lejos de la desembocadura del Ródano, a medio camino entre Aviñón y Montpellier, está Nimes, una de las ciudades francesas donde perviven más vestigios de los tiempos de Roma.

Künig pasó por esta ciudad en el curso de su recorrido por la Oberstrasse, Vía Alta o Camino Alto, que le llevó desde su convento en Alemania a Santiago de Compostela, en el siglo XV.

Hermann Künig avanzó por Suabia y tras pasar el lago de Constanza, cruzaría el de Zúrich para acceder a Einsiedeln; el mayor centro de peregrinación de Suiza, con su gran abadía y su famosa Virgen Negra.

La ruta de Künig

La Guía de Künig se inicia realmente en aquella ciudad, desde donde avanzará cruzando Suiza por Lucerna y Friburgo, para dirigirse al Valle del Ródano, río que abandonará a la altura de Pont-Saint-Esprit, desde donde continuará a Uzès y Nimes.

Dentro de la parquedad de información de Künig sobre las ciudades, en la Guía se denota su admiración hacia esta urbe, situada a la vera de la antigua Vía Domicia. El monje alemán calificó la población de bella, y se sintió especialmente impresionado por su Tour Magne, Torre Magna.

Esta poderosa torre, precisamente, sería el primer gran edificio que los peregrinos, procedentes de Uzès contemplaban antes de llegar a Nimes.

La edificación, originaria del periodo prerromano, fue ampliada en los días del emperador Augusto; alcanzó entonces los 36 metros de altura; pero la ruina debida al paso de los siglos y las guerras redujeron su altura hasta los 32 metros que tiene en la actualidad, al perder la columnata de su nivel más elevado.

Torre Magna de Nimes

La Tour Magne o Torre Magna, poderosa edificación, originaria del periodo prerromano. Imagen de Nimes Tourisme

Se trata del vestigio más poderoso de las antiguas murallas y pudo ser una torre de vigilancia y señalización. Está en las inmediaciones de los Jardines de la Fontaine. Estos constituyen uno de los espacios más románticos de la ciudad, llenos de ruinas romanas, entre ellas un templo dedicado a Diana.

El Anfiteatro de Nimes

Otro edificio famoso de la ciudad es el Anfiteatro, les Arènes, del siglo I. Con la decadencia del Imperio Romano se reutilizó a modo de ciudadela, en la que se ubicó abundante población. El Anfiteatro se vació de moradores en el siglo XIX y recuperó su uso primitivo. En él se celebran ahora muchos espectáculos, entre ellos corridas de toros.

En la literatura jacobea, hay referencias al Anfiteatro, alguna muy curiosa, como la del clérigo boloñés Domenico Laffi, quien en el siglo XVII describio su entusiasmo con los vinos de diversas clases que se ofertaban en las hosterías y tabernas de los subterráneos del anfiteatro. El gozo del famoso peregrino italiano se trocaría en sufrimiento al día siguiente de la visita, cuando tuvo que interrumpir el viaje al sentirse mal por el vino helado que tomó en les Arènes.

Con una población de algo más de 150.000 habitantes, Nimes conserva otros monumentos de gran interés, entre ellos la famosa Maison Carrée, un magnifico templo romano, del siglo I. Se trata de uno de los templos antiguos mejor conservados del mundo.

Y un acueducto impresionante

Otro elemento también excepcional es el cercano Pont du Gard, un grandioso acueducto de la misma época.

Este puente, sobre el valle del Gard, es parte del acueducto de 52 kilómetros de largo que abastecía de agua la población de Nimes. Es Patrimonio Mundial de la UNESCO.

La urbe ya existía antes de la llegada de los romanos, con el nombre de Nemausus; en tiempos de Augusto se asentaron allí soldados veteranos de guerra tras la batalla de Actium (Egipto). Esa vinculación con el país del Nilo aún se ve en el escudo de la ciudad, que tiene un animal exótico: un cocodrilo.

Templo de Diana, en los Jardines de La Fontaine

El templo de Diana, en los Jardines de La Fontaine de Nimes. Imagen de Tomás Alvarez

Nimes tiene encanto. Sus monumentos, su luz, su aire mediterráneo, la belleza de sus umbrosos paseos hacen de la ciudad un lugar para el gozo tranquilo del viajero.