Continuamos con la serie de Tomás Alvarez, sobre el  mundo de la peregrinación. Hoy añadimos una nueva entrada (Peregrinaciones y peregrinos 4); en la que se reflexiona sobre viajeros y peregrinos.

Viajeros y Peregrinos

Por Tomás Alvarez

¿Qué es un peregrino? La respuesta es simple: un ser humano que sale de su espacio habitual de vida para acudir a un centro caracterizado por la sacralidad. Y lo sagrado es aquello que se considera digno de culto, veneración o -al menos- respeto por su relación con la divinidad, la religión y sus misterios.

Cabe precisar, no obstante, que los límites del concepto de sacralidad son borrosos porque, por ejemplo, hay también cierto sentimiento de sacralidad hacia la bandera o los símbolos de una nación; incluso, los muy forofos de un club deportivo, experimentan un sentimiento de sacralidad hacia los símbolos relacionados con este, jugadores incluidos.

Ofrenda aldios Osiris

Ofrenda de Kha y su esposa Merit a Osiris, escena del Libro de los Muertos de una tumba egipcia. Osiris fue una divinidad del panteón Egipcio, venerada en Abidos, centro del Alto Egipto al que acudían multitud de curiosos viajeros y peregrinos. Radio CEPOAT/Canal de la Historia/Universidad de Murcia.

Frecuentemente, para acudir a los centros o puntos vinculados a la sacralidad, el hombre dejaba la ciudad y se internaba en el campo en busca de la montaña o del templo del dios. En esa marcha, se dejaban atrás las murallas de la urbe y se caminaba por el campo. Y de ahí, según algunos, derivaría la palabra peregrino; de per (por) y ager/agri (campo).

En el latín tardío se utilizó ya la voz peregrinatio para designar el viaje a lugares santos de la religión. También se utilizó la palabra pelegrinus para definir al viajero; de hecho en español arcaico aún se utiliza la palabra pelegrino.

Peregrino-viajero-turista

Llegados a este punto, conviene hacer una distinción entre palabras cuyos significados son cercanos: viajero, turista, excursionista y peregrino.

En general, el término viajero significaría el que viaja. Teniendo en cuenta esta definición, un turista o un peregrino serían viajeros. No se incluiría en esta acepción a quien viaja de forma forzosa, como puede ser el caso de los refugiados, que según ACNUR, la Agencia de la ONU para ellos, son aquellos que huyen de conflictos armados o persecución porque su situación es tan peligrosa e intolerable que se ven obligados a cruzar las fronteras internacionales.

Hay también una significación particular que identifica viajero con explorador. En este sentido, viajero se utiliza desde la antigüedad para referirse a aquellos hombres que dejaron su tierra y marcharon a conocer civilizaciones lejanas. Por poner ejemplos, cabe citar como viajero hispano famoso a Ibn Arabí, nacido en Murcia en 1165, y que viajó por el norte de África, Arabia, y los territorios de los actuales Israel, Siria, Irak y Turquía. Murió en Damasco y su tumba ha sido desde entonces centro de peregrinación.

De los grendes viajeros a los excursionistas

Aunque tal vez el mayor viajero de la historia fue Ibn Battuta. Nacido en Tánger, marchó en el siglo XIV desde España a Oriente Medio, India y China, en un periplo de mayor distancia aún que el que había realizado Marco Polo en el final del siglo XIII.

Se identifica como turista a la persona que acude voluntariamente y con fines de ocio a un lugar fuera de su residencia habitual, donde pernocta. Se trata –generalmente– de un viaje y una estancia programados.

El excursionista se diferencia del turista en que su viaje tiene un mayor componente de esfuerzo personal, dura menos tiempo (generalmente no más de un día) y no suele pernoctar en el lugar al que acude.

Tanto la identidad del turista como la del excursionista son distintas de la del peregrino, quien viaja menos cómodamente que el turista, recorre más espacios que el excursionista y durante más tiempo. Y además, como ya vimos, vincula la realización del viaje al acceso a un lugar provisto de sacralidad.

Fronteras difusas

Evidentemente, las fronteras entre un tipo de viajero y un peregrino a veces no son tan nítidas. Y como muestra de ello podemos recurrir a un ejemplo también mítico: el del suizo Jean Louis Burckhardt (1784 -1817), explorador que estudió el árabe, cambió su nombre y se convirtió al islam. Como mercader árabe recorrió Egipto, Nubia, descubrió la ciudad de Petra, los templos de Abu Simbel y conoció la Meca y Medina.

Burckhardt había estudiado con anterioridad en Lausana y Leipzig, y había contactado con círculos ingleses que le apoyaron para hacer un viaje a las fuentes del Níger. Hoy no se sabe si en realidad era un fiel del islam que peregrinaba a La Meca para cumplir con su fe, un científico que intentaba cartografiar el corazón de África, o sencillamente un extraordinario viajero.

Una peregrinación mítica

Y como ejemplo mítico de peregrinatio tenemos el de la monja berciana Etheria o Egeria, que viajó a los Santos Lugares en el siglo IV. Esta mujer cruzó transversalmente el imperio romano en un itinerario que es hoy legendario. La viajera dejó escrito en su propia guía del viaje. Su libro del Itinerarium apareció a finales del XIX en Italia; un texto procedente de Montecasino y al que le faltaban algunas páginas que pudieran haber permitido datar mejor a la autora. La personalidad de la misma se puede definir sólo en parte: era una mujer acomodada, culta, de peso en el imperio, bien por su importancia religiosa o por su vinculación a las elites gobernantes; tal vez vinculada a la familia de Teodosio.

San Valerio, en el siglo VII, escribió una carta a los monjes del Bierzo en loor de Egeria. En ella, la toma como modelo de mujer valerosa; describe en parte su viaje, y parece dar a entender que era originaria del entorno berciano. Algún autor de esta comarca la relaciona con el citado emperador, al que se supone vinculado a Cacabelos, tal vez la antigua Cauca.

Monte nebo mosaicos siglo IV

Mosaicos del siglo IV en el Monte Nebo, por donde pasó Egeria, la famosa peregrina hispana, que realizó un gran recorrido por Europa y Oriente entre los años 381 y 384.

* Fuente Commons/Wikimedia/

Egeria atraviesa el sur de la Galia y el norte de Italia, cruza el mar Adriático y llega a Constantinopla hacia el año 381. Luego marcha a Jerusalén; visita ciudades como Belén y Jericó. En el año 382 acude a Egipto, periplo en el que conoce el Mar Rojo, el Sinaí y  Alejandría. Luego regresa a Palestina,pasando por el monte Nebo, y Samaria.

Viajeros y peregrinos

En el regreso hacia Europa, Etheria visita Edesa, donde contempla los peces sagrados de los estanques de la diosa Atargartis. Finalmente, pasa a Tarso y, por Galacia y Bitinia, llega a Constantinopla. Este es la última etapa de su diario.

La primera vez que oí hablar de la figura de Etheria fue en una visita al monte Nebo, desde donde Moisés contempló la Tierra Prometida. El guía del grupo nos mostró el que denominó “altar de Etheria”, un sencillo altar de piedra, ubicado en la parte derecha del actual templo franciscano.

El monte Nebo, que se eleva en la meseta de Transjordania, alcanza allí los 800 metros sobre el nivel del mar. Desde su cima se ofrece un panorama que abraza buena parte de Tierra Santa. Hacia el sur se divisa el Mar Muerto y el desierto de Judá; al oeste el valle del Jordán y las montañas de Judea y Samaria. Al oeste, especialmente en los días claros, es también visible Belén, las cúpulas de Jerusalén y el oasis de Jericó. Allí ya se edificó en el siglo IV una iglesia con tres ábsides. El lugar que fue visitado por la viajera berciana en el año 393. El templo fue ampliado en la época bizantina, especialmente en los siglos VI y VII.

La fama del viaje de la peregrina hispana

En inicios del XX llegaron allí los Franciscanos y encontraron poco más que un montón de ruinas. Ahora han reedificado una iglesia sencilla en la que pervive otro tesoro artístico: unas magníficas colecciones de mosaicos fechables básicamente en el siglo VI.

Piedra de la Unción. Santo Sepulcro de Jerusalén

Viajeros y peregrinos sobre la Piedra de la Unción, según la tradición, el lugar donde el cuerpo de Cristo fue preparado para su entierro y uno puntos más populares de la Iglesia del Santo Sepulcro. Imagen Rubén Alvarez. elcaminodeKunig.com

El paisaje del Monte Nebo es árido, pero muy emotivo para los cristianos: Desde la altura se contempla la línea que sigue el Jordán, el río donde fue bautizado Cristo, y el Mar Muerto, territorio íntimamente unido a la Biblia.Un excelente punto de observación, donde confluyen peregrinos y turistas, viajeros todos, en busca de conocimiento.

A la mente del viajero que recorre la zona le acuden historias como Sodoma y Gomorra; especialmente ante el espacio desértico que rodea al Mar Muerto. Allí, las piedras ennegrecidas hacen pensar en lluvias de fuego sobre un país impío y desamado; en tanto que el agua, amarga y salitrosa (cuatro o cinco veces la concentración salina del mar) rememora las calamidades bíblicas.

Enlace al capitulo anterior (Peregrinaciones y peregrinos 4)