Ángel Lorenzana, autor de varios libros de relatos breves, aporta a nuestra serie de historias de peregrinos una de sus creaciones, en la que se acerca a la temática de la Navidad: Una ilusión con botas
Por Ángel Lorenzana Alonso
Las heridas en los pies no le dejaban avanzar; había andado mucho, quizá demasiado para la edad que tenía; había calculado mal el tiempo necesario para cruzar hasta el próximo pueblo. El frío era sumamente intenso en este invierno que no había hecho más que empezar. Ya el otoño lo había avisado con mayor crudeza de la esperada.
En medio del bosque, con la nieve en torno suyo, había encontrado una cabaña derruida pero con un techo suficiente para resguardarse del temporal y de los animales que rondaban los alrededores. Se dio cuenta, demasiado tarde, de que sus fuerzas ya no eran las de antes y que no debería andar peregrinando en pleno invierno. Pero lo había prometido y él no faltaba nunca a sus promesas.
La fuerza de su decisión le empujaba cada día; le hacía dar un paso más; le movía a través de los caminos. Acababa de empezar el año y las montañas habían tejido su manto de frío y nieve. Casi nadie caminaba por ellas. Solo él, envuelto en el silencio. Sus botas habían dicho “basta” y su manto estaba blanco. El refugio que encontró serviría para unos días; pero no sería suficiente.
En medio de la noche, oyó ruidos lejanos, mezclados en la niebla. O quizás era solo una alucinación. Quizás solo eran las ganas de que alguien viniera a socorrerle.
El ruido cesó y otra vez la nieve y el silencio, ese silencio peculiar de cuando nieva, ese silencio profundo de cuando nada se mueve en el bosque. Se quedó dormido.
– Buenos días. – creyó oír cuando el sol estaba apareciendo. No contestó. Su imaginación le estaba jugando una mala pasada.
Solo se fijó en una larga barba blanca y en un gran manto que llegaba hasta el suelo. Un paquete estaba a su lado. El hombre de la barba pronunció su nombre mientras leía la etiqueta del envoltorio.
– Soy yo. – contestó el peregrino entreabriendo los ojos.
– Este paquete debe ser para ti, por lo que veo. – dijo el de la barba.
Nadie se movió. Se miraron sin verse. El recién llegado le entregó el paquete y miró de soslayo hacia la vieja cabaña. Iba a despedirse dándole la mano, pero aún le dijo:
– Pareces extrañado. No recuerdas que hoy es el seis de enero… Yo soy Melchor. He parado la caravana a unos kilómetros de aquí para traerte tu regalo. Sí, ya sé lo que estás pensando: que tú no habías pedido nada, que qué hago yo en medio del bosque, que cómo te he encontrado… Pero, te recuerdo que soy mago, además de rey, claro. Y puedo con esto y mucho más. Sabía que necesitabas un par de botas y algunas cositas más… por cierto, ¿quieres venir con nosotros o prefieres quedarte perdido en el bosque?
El visitante y el peregrino, con sus botas nuevas, se internaron entre los árboles cargados de gélidos trozos de hielo, hasta encontrar la caravana que les esperaba en medio de la nada.
Una rara estrella se movió y se pusieron en marcha. La ilusión iba delante de todos…
Astorga 26 de diciembre de 2023
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