En el siglo XV, numerosos peregrinos de la aristocracia de Núremberg viajaron a Santiago de Compostela, destacando entre ellos a varios integrantes de una saga familiar: la de los Ritter, Riter o Rieter: hoy dedicamos nuestro artículo de la serie de los peregrinos a Sebald Ritter
Por Tomás Alvarez
El primero de los peregrinos de esta familia fue Peter Ritter, visitante de la ciudad del Apóstol en 1428, que también viajaría a Roma y Jerusalén. De su viaje y del de su hijo Sebald, dejó una crónica otro descendiente de la familia, Hans Ritter. Este, en 1594, resumió los textos que previamente habían dejado sus predecesores.
Sebald realizaría su viaje a Santiago en el año 1462. En el periplo –como hizo su padre- compatibilizó los negocios comerciales con lo devocional. El viajero había viajado a Roma en 1450, y llegaría hasta Jerusalén dos años después de su viaje a Compostela.
Sebald Ritter por Einsideln y Milán
El alemán realizó el viaje santiagueño con Alex de Liechtenstein, su cuñado. Salieron el 29 de septiembre en dirección al sur, para llegar a Einsiedeln y al norte de Italia. Los peregrinos, que ya tenían cartas de recomendación de mandatarios de Sajonia y Baviera, las consiguieron también del duque de Milán, ciudad desde la cual viajaron a Ginebra.
Era muy habitual, en aquel tiempo, que los caballero llevasen cartas de recomendación en sus grandes viajes. Las mismas les daban entrada a las cortes de los mandatarios y les evitaban situaciones embarazosas en caso de conflictos. Precisamente, en aquel tiempo había una fuerte inestabilidad política en la que estaban implicados los reinos de Francia, Aragón y la corona de Castilla y León.
En Ginebra, se incorporaron otros nobles al viaje de Sebald: Hans Ortloff, Ulrich Haller y Erhart Pessler. Avanzaron siguiendo una vía cercana a la Oberstrasse de Hermann Künig. Cruzaron tierras de Saboya, el Franco Condado, Provenza y Languedoc para alcanzar Toulouse, donde contemplaron las reliquias de numerosos santos, entre ellas las que allí se atribuían al apóstol Santiago.
Por la vía de Bayona
A causa de la inestabilidad bélica, los viajeros no entraron a la Penísula Ibérica por Roncesvalles y Pamplona; lo hicieron por Bayona, para dirigirse por Vitoria hacia Burgos y León. En esta ciudad dejaron sus caballos y continuaron cabalgado a lomos de mula hacia Santiago. Desde allí alcanzaron Finisterre, lugar en el que visitaron una ermita donde “está enterrado san Guillermo”. Hubo varios viajeros que en la antigüedad visitaron esa ermita; de ella actualmente sólo quedan ruinas.
Como hicieron otros peregrinos germánicos, entre ellos su propio padre, Sebald Ritter dejó su escudo en la iglesia mayor de Santiago y mandó repintar una pintura que allí había dejado su progenitor, en la que incluyó a sus tíos Hans y Andreas Ritter, quienes parece ser que también habían acudido anteriormente a Compostela.
Tras pasar por la corte de Enrique IV, en Burgos, visitó a Luis XI, en Bayona; pero no pudo acudir a la corte aragonesa a causa de la peligrosidad del viaje por los conflictos bélicos.
Un territorio hispano difícil
La peligrosidad del territorio hispano en la época quedó bien patente en otro viaje de ese tiempo. En el de Leo von Rozmithal. Este, cuñado del rey Jorge de Bohemia, realizó un largo periplo por Europa entre 1465 y 1467; en él unió lo diplomático y lo devocional. El recorrido del barón por la meseta de Castilla fue especialmente ingrato, y también su paso por Santiago de Compostela, en plenas luchas civiles.
Sebald Ritter y sus compañeros, tras pasar por la corte de Saboya, radicada entonces en Chambéry, continuaron hacia Ginebra y Landshut, en Baviera.
Termina la relación con un itinerario esquemático. En él se indican las distancias en leguas entre diversas ciudades, tanto de territorios recorridos como por otros adyacentes, y que la expedición no llegó a recorer; entre ellos algunos de la corona de Aragón, Portugal y del reino de Granada.
Caminos para los viajeros que marchaban a la Península Ibérica
Como dato curioso de este relato, figura el apunte final de las distancias entre ciudades, dadas en leguas; aunque las leguas tenían –como en la guía de Künig- una equivalencia distinta, en función de los territorios que recorrían los viajeros.
«La distancia en leguas es la siguiente: De Jenff (Ginebra) 50 leguas hasta Avian (Aviñón); de Avian 50 leguas a Dolosa (Toulouse); de Dolosa a Beana (Bayona) y a través de Pisskey (País Vasco) 100 leguas hasta Purges (Burgos).
Si uno quiere viajar al reino pagano de Granaten (Granada) [hay] de Purges 120 leguas a Cordua (córdoba), de Cordua 22 a Granaten, la capital del reino; de Granaten 22 leguas hasta Sibilia (Sevilla) y 10 leguas hasta el mar. De Sibilia, 55 leguas hasta Lisswona (Lisboa), la capital de Portugal; de Lisswona hasta St. Jakob (Santiago), 90 leguas y 14 leguas hasta Finis Terra (Finisterre).
Desde St. Jakob, 100 leguas hasta Purges (Burgos), de Purges 60 leguas hasta Saragossa (Zaragoza), la capital de Arigan (Aragón); de Saragossa 13 leguas hasta la iglesia de Nuestra Señora de Muntzerat (Montserrat); de Muntzerat 7 leguas hasta Persolon (Barcelona), la capital de Cattalanj (Cataluña); a un lado queda Pampelon (Pamplona), la capital de Navaren (Navarra). A 25 leguas de distancia de Persolon está Perplan (Perpiñán); a 25 leguas de distancia de Perplan está Mumplier (Montpellier); de Mumplier a Jenff hay exactamente 65 leguas».
A destacar la presencia de Montserrat en este “itinerario”, lo que nos recuerda que infinidad de viajeros que alcanzaron la ciudad de Santiago de Compostela pasaron también por Montserrat. Especialmente en tiempos del Renacimiento, los monasterios de Montserrat y de Guadalupe estuvieron en la ruta de varios de los grandes viajeros.
Núremberg, ciudad de grandes viajeros
Núrember gozó en el el final de la Edad Media y el Renacimiento de una gran vitalidad cultural y comercial. Muchos nobles y comerciantes peregrinaron a Roma, Jerusalén y Santiago; a veces compartiendo su interés devocional con el comercial.
La ciudad, rodeada de poderosas murallas, era un gran mercado y centro de negocios en pleno territorio germánico; en ella confluían numerosas vías de comunicación. También era un punto de reunión de las Dietas del Sacro Imperio Romano Germánico.
En el siglo XV desde esta populosa urbe viajaron a Santiago personajes como Peter Ritter, Sebald Örtel, Jerónimo Münzer, Gabriel Tetzel o Sebald Ritter.
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