En la historia de la peregrinación a Compostela por el corazón de la provincia leonesa figura una institución que tuvo una gran importancia durante la Edad Media: la cofradía de Santa María Magdalena, de notable arraigo en la Cepeda y en el Bierzo.

Por José Mª García Álvarez 

Para comprender el alcance de la cofradía de Santa María Magdalena, bueno es conocer algo más sobre las instituciones de este tipo ansentadas en los pequeños núcleos rurales leoneses. En la antigüedad surgieron mucha de ellas en los  diferentes pueblos de la zona.

Los libros de estas instituciones se conservan en los archivos diocesanos; en ellos se ha dejado constancia tanto de las ordenanzas de su fundación, como de la contabilidad y otras cuestiones de su competencia. Hemos examinado algunos con el fin de estar al tanto de sus razones de ser y de sus principales objetivos.

La ruinosa ermita de Santa María Magdalena

La ruinosa ermita de Santa María Magdalena, vestigio de la institución medieval en Cerezal de Tremor. Imagen de Guiarte.com

El ejemplo de una pequeña cofradía

En uno de los libros antiguos se da cuenta de la fundación de la cofradía del Santísimo Sacramento del pueblo de Vega de Magaz. Allí, en el año 1657, veinticinco de los vecinos y vecinas de este pueblo redactaron las ordenanzas de la institución que crean «para siempre jamás», con el inicial objetivo de que el obispo de Astorga las autorizase.

En este texto consta que cada cofrade del lugar ha de pagar de entrada cuatro reales para aumento de esta cofradía; más ha de dar cada cofrade real y medio para que en el año venidero de mil seiscientos cincuenta y siete se les dé a cada hermano una boya o pan de tres o cuatro libras, con su vino para que vaya en aumento de esta cofradía y esto ha de ser el día de Corpus.

El juez y mayordomo de la cofradía deben de llamar a los señores sacerdotes que hallen, hasta seis sacerdotes o más, para que el día de Corpus Cristi se diga misa por los cofrades vivos y difuntos; anden en procesión solemne y se les de comida a los dichos sacerdotes. Y si el juez y mayordomo en esto tuvieren descuido, paguen cada uno un libra de cera para alumbrar al Santísimo Sacramento.

Unas disposiciones minuciosas

Cuando algún hermano se muera cada cofrade mande decir una misa por el ánima del difunto; y todos los cofrades se junten en su casa media hora antes de que los sacerdotes lleven el cuerpo a enterrar y cada cofrade, puesto en orden, le diga un padre nuestro y un avemaría en voz, pena de medio real para gastos de la cofradía.

Los miembros de la institución de fuera del lugar soportarán una cuota mayor: Los cofrades que entrasen de fuera del lugar paguen ocho reales de entrada y un cuartal de trigo para aumento de la santa hermandad.

Cada hermano cofrade traerá una vela de cera amarilla que pese un cuarterón para andar las procesiones del Santísimo Sacramento cada tercero domingo del mes y también cuando se lleve el viático a cualquier enfermo; y el hermano cofrade que no trajere la vela pague un cuarterón de cera hasta que la traiga y digo que la vela ha de ser de cera blanca.

Todas estas «penalizaciones» se aplicarán  para cera y otras cosas necesarias para la cofradía.

Las cofradías de pequeños lugares

Por estos estatutos y otros sabemos que los principales objetivos de las cofradías estaban relacionados básicamente con la organización y financiación de la fiesta principal del pueblo, así como con  la ayuda al bien morir de los cofrades, la asistencia a los entierros y los posteriores ruegos y oraciones por sus  almas.

Aunque en los estatutos las normas son pocas y apenas imponen contados preceptos, todos estaban sometidos a un riguroso control y siempre acompañados del correspondiente castigo económico para quienes no actuaran como era preceptivo.

Puesto que su razón de ser está muy relacionada con la religión, también atañían al sacerdote del pueblo que, por cierto, solía ser cofrade. No obstante el sacerdote no es el responsable de su funcionamiento; se trataba de un intermediario entre los cofrades y el obispo, puesto que en las visitas programadas del obispado, su visitador supervisaba y tenía que refrendar los libros de cuentas de las cofradías, así como todas y cada una de sus actividades. A pesar de estos planteamientos eran los mayordomos o los abades los que manejaban todos sus aspectos materiales.

Cruz Ánimas. Villamejil

Muchas cofradías de los pequeños pueblos atendían preferentemente a devociones locales y asistencia a los cofrades a la hora de la muerte. Cruz de la Cofradía de las Ánimas, de Villamejil. Imagen de Tomás Álvarez.

Unas organizaciones austeras

Si tenemos en cuenta los pocos vecinos de cada pueblo, las escasas aportaciones económicas de los cofrades y la falta de subvenciones ajenas pensaríamos que las cofradías nacían y continuarían toda su vida sumidas en la pobreza. Sin embargo, también podían ser cofrades los vecinos de los pueblos cercanos. La religiosidad de la población era considerable. Hemos comprobado que las limosnas y donaciones testamentarias hacia las cofradías eran frecuentes.

Lo cierto es que pronto algunas cofradías se convirtieron en dueñas de fincas, ganados y rentas. Con esta economía no sólo cumplían con sus iniciales proyectos, sino que también realizaban préstamos y otras actividades financieras.

Dado que dependían del obispado, muchas veces la mayoría de sus ahorros eran requeridos por el obispo para diversos fines; entre ellos, para financiar o pagar nuevas obras de las iglesias.

El “siempre jamás”

Durante los siglos pasados en todos los pueblos hubo varias cofradías; y, aunque se creaban con la premisa de “para siempre jamás” hemos comprobado que eran relativamente efímeras, Mientras nacían algunas, desaparecían las antiguas.

En los listados de los cofrades resulta habitual encontrar vecinos de los pueblos vecinos,  y con frecuencia, algunas cofradías tenían también fincas en los pueblos cercanos. Sin embargo, todo esto, tan aplicable a la mayoría de las cofradías, quedó completamente superado en el caso de la Cofradía de Santa María Magdalena.

La excepción de la cofradía de Santa María Magdalena

La primera excepción es la zona de influencia. La cofradía de Santa María Magdalena que se salió de los estrechos límites territoriales de un pueblo para extenderse por la mayoría de los de la actual Cepeda y otros del Bierzo. Asimismo la cofradía acumuló una gran fortuna en fincas y otros bienes por todo su espacio geográfico. Además, construyó una ermita a su costa, cerca del puente del río Tremor, en Cerezal, ya en el Bierzo; bautizándola con su nombre de Santa María Magdalena.

Por otra parte, la institución también ayudaba a los peregrinos, administrando el hospital llamado de San Blas cercano a la citada ermita.

Todo ello no tendría explicación si no fuera por el tradicional trasiego de personas de La Cepeda hacía el Bierzo por esta ruta de Cerezal, flujo viajero que incluía una notable afluencia de peregrinos hacia Compostela.

Becerro del convento franciscano de Santa María Magdalena, de Cerezal de Tremor

El Becerro del convento franciscano de Santa María Magdalena, de Cerezal de Tremor, aporta datos que muestran la estrecha relación del mismo con los pueblos de la Cepeda. Imagen de José María García Álvarez

La historia de la cofradía

Tenemos escasa información del cómo y cuando se creó esta cofradía. Se sabe que fue fundada y ubicada en la iglesia de Villameca, antes del año de 1205 en el que ya se menciona la existencia de un hospital y de la ermita que la cofradía tenía en Cerezal de Tremor.

Del proceso de acumulación de propiedades hay tambien datos. Así en el año de 1395 los vecinos de Zacos, Diego Pérez y su mujer María Yánez, hacen donación de sus bienes a la cofradía de Santa María Magdalena de Cerezal. La donación fue aceptada por su abad, Alfonso Nicolás, vecino de Castrillos.

Son numerosos los aportes al sostenimiento de la Cofradía. En el año de 1398, Benita Martínez, una vecina de Rodrigados también dona todos sus bienes a la misma cofradía, y a la hermana mayor María Pérez, vecina de Sueros. El dato evidencia cierto rango e importancia de las mujeres en la cofradía.

Asimismo en el año de 1407 Alfonso López vecino de Quintana y Fernán Pérez morador en Sueros venden todas sus casas tierras y demás bienes que tenían en Culebras a favor de los muy buenos cofrades de Santa María Magdalena en 900 maravedíes; asimismo, en el año de 1411 un vecino de Folgoso deja en su testamento diversos bienes a dicha cofradía.

Benefactores de muchos pueblos

Por otras donaciones sabemos que los cofrades y benefactores pertenecían a toda la Cepeda y se extendían hasta Cerezal y otros pueblos bercianos de su periferia. Tambien hay constancia que en Villameca tenía una panera, donde recogía los frutos de las numerosas fincas que poseía en este pueblo y en casi todos los demás de La Cepeda.

De distintos textos cabe deducir que en el año de 1205 la institución ya era rica y poderosa y que debería de haber sido creada unos cuantos años antes.

Una fecha crucial

Sin embarco, en el año de 1425 un monje del Convento de Cerezal, Juan de Oviedo, consiguió que los componentes de aa Cofradía de Santa María Magdalena le hiciesen donación de la ermita de dicha Santa y de todas las pertenencias de la cofradía, con la aprobación del obispo de Astorga y del papa Eugenio IV.

La escritura de la donación fue realizada por el ya nombrado abad de la cofradía, Alfonso Nicolás y dos postores más en el pueblo de Castro de Cepeda el jueves 26 de julio de 1425 a favor de Juan de Oviedo, con las obligaciones de que debería continuar haciendo la mesa obligatoria de pan y vino que solía hacerse en Villameca todos los años a los cofrades y la de poner, en su ermita de Cerezal, un capellán idóneo que cantase cada día misa por las ánimas de los cofrades o más capellanes si más pudiese poner.

Después de esta gran donación la cofradía quedó sin bienes y pronto desapareció.

Las propiedades del convento de Cerezal

Por los documentos de arriendo de las fincas donadas, hoy conservados en el archivo histórico de León y, más precisamente, por el Catastro del Marqués de la Ensenada podemos conocer todas las fincas, paneras y casas que poseía la cofradía y pasaron al convento, ya que este todavía las mantenía en los años en los que se realizó el referido Catastro, que las dejó perfectamente documentadas.

Así podemos asegurar que en el año de 1753, en Villameca, donde ya sólo existía la cofradía de la Cruz, el convento de Cerezal tenía dos paneras y más de 50 fincas. Y en casi todos los pueblos de La Cepeda y zonas limítrofes también constan propiedades del citado convento de Cerezal.

Si bien el convento compró algunas fincas después de las donadas por la cofradía, durante la desamortización de Mendizábal se subastaron más de 150 tierras del dicho cenobio, ubicadas en La Cepeda. Todas ellas, perfectamente documentadas, fueron a parar al mejor postor que fue la  acaudalada familia Sierra Pambley, aprovechándose de que tenía un influyente contacto entre los responsables de subastarlas y adjudicarlas. Señalamos que las diferentes licitaciones no fueron adquiridas directamente a un miembro de la familia Sierra sino a un tercero que se las traspasó acto seguido.

Las fincas de Sierra Pambley.

Después, en el año de 1894 la fundación Sierra Pambley crearía la escuela de Villameca, donde años más tarde impartiría clase un maestro muy ligado a dicha fundación llamado D. Florentino Álvarez Calvo, del que costa en su acta de defunción: “El 18 de febrero de 1939 falleció en Vega de Magaz el muy respetable Caballero Ilustrado Maestro Jubilado…”.

Sierra Pambley Villameca

Edificio vinculado a la institución Sierra Pambley en Villameca (León). Las propiedades de la familia Sierra Pambley en la zona fueron en la antigüedad de la Cofradía de Santa María Magdalena. Imagen Guiarte.com

Antes de fallecer había comprado una buena parte de las fincas que la fundación de su escuela tenía en La Cepeda y que, anteriormente, habían pertenecido, primero, a La cofradía de Santa María Magdalena y después al convento de Santa María Magdalena. Finalmente, dichas fincas las heredaría su hijo D. Florencio Álvarez, medico titular de Vega de Magaz; alguna de ellas no tardó mucho en vender.

Con todo este trasiego de propiedades,  la titularidad de estas fincas cerró un círculo. Eran de los labradores oriundos de La Cepeda, y a ellos retornaron.

Preguntas aún sin respuesta

Analizando todo este proceso surgen ciertas dudas y no pocas conjeturas de las que no hemos encontrado respuestas documentadas.

En primer lugar resalta la fuerte comunicación que mantuvo en la antigüedad La Cepeda con El Bierzo de la que ya han quedado algunas pruebas en el libro “Camino de Kúnig a Compostela” a las que más abajo añadimos otras documentadas o transmitidas oralmente.

Esta ligazón tuvo especial relevancia en el Camino de Santiago por la Cepeda, según se desprende del diario del viaje del monje alemán Kúnig a Compostela en el que dejó esta constancia escrita: “entonces cruzarás un pueblo tras otro y te encontrarás entre buena gente y podrás avanzar con toda seguridad. Y te darán de buen grado vino y pan”. Es obvio que Künig sintió la amabilidad y buen trato de los vecinos de los pueblos, detrás de la cual estaba la tradición promovida por la cofradía de Santa María Magdalena que los ayudaba en este tramo del Camino hasta pasar el puente de Cerezal, recorrer parte del Bierzo y seguir hacia Compostela.

La Cepeda y el Bierzo

Las relaciones de todo tipo entre la Cepeda y el Bierzo, a través de esta via, eran fuertes y están muy documentadas. De esa relación hay numerosas muestras, en este sentido, por ejemplo, en algunos de los numerosos testamentos de los habitantes de la Cepeda queda constancias de que se dejaban misas y mandas al Ecce Homo de Bembibre.

Asimismo, en los documentos de las transacciones comerciales de La Cepeda en las que se especulaba con el precio de los cereales, siempre se tenía como referencia el que predominaba en la feria de mayo de Bembibre.

Y desde el punto de vista de la tradición, casi todos los mayores hemos oído hablar sobre la  afluencia de los cepedanos a las ferias de Bembibre; sobre la compra de ganado bovino, en especial de bueyes, en el Bierzo; acerca de la afluencia de los carros de los arrieros cepedanos para comprar fruta en esa comarca y luego venderla en Valladolid. Además, no eran pocos los que adquirían vino en El Bierzo.

Tambien hay cirulación en sentido opuesto, así en el catastro de Ensenada hallamos que: “15 vecinos de Tremor y dos de Cerezal de Tremor tienen el trato de conducir fruta para Castilla” por el mismo camino.

Por otra parte, también es notoria la relación de los monjes de Cerezal con La Cepeda a la que se desplazaban con frecuencia para solventar las cuestiones relacionadas a la renovación de los contratos de arriendo de las fincas y a otras gestiones de su extenso patrimonio.

Las influencias de fray Juan de Oviedo

Pero en todo esto lo más llamativo es el protagonismo de fray Juan de Oviedo; el monje que ha dejado evidencia de su gran capacidad de negociación para conseguir que la cofradía le donase la ermita y todas sus pertenencias, así como del Hospital de San Blas, a cambio de escasas aportaciones materiales.

No parece casual ni puede pasar desapercibido el hecho de que Juan de Oviedo había sido mayordomo del infante D. Juan de Aragón y, a pesar de ser monje, continuaba cobrando por ello y sirviendo a su señor que reinaría como Juan II de Aragón. Por eso también es muy significativo que en junio del año de 1420, el todavía infante D. Juan, donase La Cepeda a Isabel de Rojas. Y que, asimismo, en 1439, Juan de Oviedo lograse que el rey de Castilla, pariente del referido infante, concediese doce excusados para su Convento de Cerezal.

Hoy parece un escandaloso ardid la donación total de La Cofradía de Santa María Magdalena a Juan de Oviedo. Además, despojó a la cofradía de su nombre para usarlo en la nueva y definitiva denominación de Convento de Santa María Magdalena de Cerezal.

Todo esto, lo mismo que la donación de La Cepeda a Isabel de Rojas, es difícil de entender, aunque parece evidente el protagonismo de este influyente personaje en ambas donaciones. Hoy sabemos que algunos acontecimientos históricos no sucedieron de la manera en la que han sido transmitidos durante siglos; acontecieron a causa de ciertas circunstancias, entresijos y razones encubiertas en su momento que, ahora, son casi imposibles de advertir.

En León, octubre 2021