San Martín del Camino

Imagen del templo parroquial de San Martín del Camino

 

Por Tomás Alvarez

San Martín del Camino, a la vera de la Nacional 120, entre León y Astorga, fue siempre lugar hospitalario, pese a que, antaño, ocupaba un espacio caracterizado por la aridez, hasta que en el siglo XX se troncó en vergel al llegar las aguas del Órbigo.

Guillermo Menier, viajero francés que paso por aquí en 1726, dejó escrito el buen trato recibido, tras una pobre recepción en San Miguel del Camino.

En San Martin Menier recibió posada, una libra de pan y medio cuarto de manteca, metida en piel, “como budín, algo muy raro en España, porque sólo los ricos se sirven de ella a causa de la carestía”.

Además le dieron “aceite de oliva para hacer la sopa y otras cosas”. Rica recepción para un pueblo escaso en aguas, con terreno flojo y de centenal.

Opciones para el peregrino

Desde San Martín  se podía  avanzar hasta Astorga o tomar la vía de Santa Marina del Rey  y continuar hacia Benavides, La Cepeda, Cerezal de Tremor y Bembibre para llegar a Ponferrada, variante descrita por el monje Hermann Künig, en el siglo XV.

El Catastro del Marqués de la  Ensenada (1752) certificó que funcionaba en el lugar un hospital que acogía a los transeúntes, a los que se les asistía con cama, lumbre, pan y manteca para hacer sopas.

En dicho catastro se decía que no había entonces “ningún árbol en el lugar”.

Esa sequedad de terreno hacía que antaño los habitantes ganasen su sustento con actividades comerciales inusuales, tales como el negocio con pieles y con pavos.

Este era pueblo de pellejeros; también desde aquí salían en la antigüedad rebaños de pavos para su venta en los mercados navideños de Cataluña.

Tras siglos de sequía, el gran cambio habría de llegar en siglo XX, con las obras hidráulicas que han llevado el agua del Órbigo por la planicie, trocando en regadíos lo que antaño eran eriales.

Pero esa riqueza agraria no ha mermado el espíritu hospitalario del lugar, donde hay en la actualidad cuatro albergues.

Un pueblo sencillo

El pueblo es sencillo, con amplios espacios públicos. Nada más llegar al lugar se divisa una inmensa explanada donde se alinea desde el icónico depósito del agua, hasta los campos de  padel, el parque infantil  y el albergue de peregrinos municipal.

La iglesia, de sencilla espadaña, está sumamente cuidada y con un retablo moderno que preside un buen Cristo crucificado, sobre un cuadro de aire tenebrista.

Al lado del cristo, un relieve relativo a la vida de San Martin de Tours, santo muy ligado a la vía peregrina santiagueña, con la clásica escena en la que corta su capa para darla a un necesitado.

Una piedra el templo, con la fecha de 1643, rememora el tiempo en que  se hizo la edificación, aunque la iglesia ha sufrido diversas remodelaciones.

La espadaña neomudéjar es del entorno de 1.900 y el cuerpo del edificio se remozó  recientemente.

Ante el templo, aparece una pequeña plaza, bien cuidada, en la que el elemento más destacado es un crucero moderno de granito presidido por un crucificado, un aperitivo del magnífico elenco de cruceros que irán apareciendo en las etapas siguientes camino hacia Compostela.