pinturas santa maria de melide

Pinturas en el presbiterio de la iglesia de Santa María, en Melide, realizadas poco tiempo después del paso de Hermann Künig por este lugar de Galicia, Imagen de José Holguera

Por Tomás Alvarez

Melide –Mellid en castellano-  es la ciudad destruida de la que habla Hermann Künig, en su guía jacobea, escrita en el siglo XV.

Esta denominación tiene una explicación. En la Edad Media, este era ya un lugar de vida activa con castillo y cerco de murallas, pero en la Revuelta Irmandiña ambos resultaron destruidos.

La revuelta de las clases más populares frente a una nobleza y unos dignatarios eclesiásticos caracterizados por su poder arbitrario, hizo de Galicia un campo batalla entre 1486 y 1469. En el conflicto se destruyeron más de un centenar de fortalezas.

Künig y la revuelta Irmandiña

Künig pasaría por este lugar hacia 1493, cuando hacía algo más de 20 años que el castillo y las murallas habían sido destrozados, pero los daños aún eran visibles para el viajero alemán.

Un lustro después del paso del monje, las piedras del castillo se reutilizarían para construir el convento y la iglesia del Sancti Spiritus.

iglesia parroquial de Melide

La iglesia de Sancti Spiritus fue erigida con las piedras del castillo del lugar, que Künig vio destruido. Imagen de Tomás Alvarez

En la Guía de Künig, este destaca después de admirar la ciudad de Lugo, vio los baños termales, y  una vez pasado el puente recorrió nueve leguas hasta llegar Melide, “la ciudad destruída”.

Una ciudad con vitalidad económica

La vida de Melide ha sido tradicionalmente comercial y agraria, muy especialmente vinculada a la ganadería, tanto vacuna como porcina. Esta ha sido –y sigue siendo- una población con feria ganadera.

Estas características han hecho que Melide sea un lugar con vitalidad económica. En los relatos de peregrinos se puede detectar esto. Así, por ejemplo Nicola Albani, que peregrinó a Compostela en 1743, tras narrar la pobreza de otros lugares de Galicia, afirma que en Melide recibió dineros como limosna, algo que no le ha había ocurrido desde su paso por la ciudad episcopal de Astorga.

Al igual que las poblaciones con obispado y conventos, las que tienen feria ganadera suelen sobresalir en lo que respecta a la gastronomía. Así ocurre en Melide.

El pulpo

El viajero, al llegar a la población puede parecerle “una más” pero pronto detectará que tiene algo especial, sobre todo si llega en un domingo, y se encuentra con la animada feria y el bullicio de las gentes que compran, deambulan y acuden a las tabernas a tapear.

Famosas han sido tradicionalmente las pulpeiras de Melide, y perviven establecimientos en los que se demuestra la calidad en el tratamiento culinario del popular cefalópodo. Pero también se pueden degustar aquí buenas carnes en general y ricas empanadas y dulces.

Muchos peregrinos que pasan por el lugar han oído la fama de la  especialidad gastronómica… Y si en Santiago alcanzan las mercedes del Apóstol, en Melide degustan «la gracia» del pulpo.

Lugares de interés

En el plano artístico lo más famoso es el crucero ubicado ante la iglesia de San Roque. Más valioso por su antigüedad – dicen que es el más antiguo de Galicia- que por la calidad artística.

Crucero de Melide

El Crucero de Melide tiene fama por su antigüedad: Imagen de Tomás Alvarez

El templo cercano al crucero, tiene restos románicos, especialmente una puerta románica de gran belleza.

La iglesia parroquial es la del antiguo convento franciscano del Sancti Spiritus, de origen medieval pero con grandes reformas posteriores. En su interior hay dos buenos sepulcros góticos.

En el cerro que ocupó el castillo medieval hay actualmente una capilla, del siglo XVIII.

El encanto de Santa María

Pero sin duda, el templo más evocador es el de Santa María, del siglo XII, ubicado en las afueras, en un entramado urbano de aire rural, donde unos esbeltos cipreses  ponen el contrapunto vertical al paisaje.

En el exterior del monumento, dos bellas puertas y un hermoso ábside.

En el interior, el presbiterio destaca por su  hermosura, con un hermoso altar, el original del siglo XII, decorado con arcos ciegos.

Las pinturas del ábside, de gran viveza, son del siglo XVI.

En síntesis, Melide bien merece la visita, para saborear un buen pulpo y para contemplar la joyita románica de Santa María.

Los placeres culinarios siempre son buenos complementos del gozo del espíritu.