claustro catedral pamplona

Detalle del claustro de la catedral de Pamplona, una deliciosa filigrana gótica. Imagen de Jose Holguera

Por Tomás Alvarez

Conocida mundialmente por sus fiestas, “los Sanfermines”, Pamplona es una de las ciudades más notables del norte de España, con una gran historia vinculada a la peregrinación.

Hermann Künig von Vach, como otros muchos grandes viajeros, destacó la hospitalidad de la capital de Navarra; Nafern en el texto del monje alemán.

La ciudad, a orillas de río Arga, aglutina a una población de unos 300.000 habitantes y fue cabeza de un reino consolidado a partir del siglo XI merced a sus alianzas con los Banu Qasi, poderosa familia que, en la Edad Media, desde la invasión musulmana de España, controló el valle del Ebro.

Clave en la peregrinación jacobea

El propio reino navarro sería, con el leonés, clave en el asentamiento de la peregrinación, protegiendo jurídicamente a los viajeros y realizando ambiciosas estructuras camineras y de atención al viajero, con lo que se facilitó la afluencia de los peregrinos de toda Europa hacia Compostela.

La misma peregrinación santiagueña favorecería a su vez el crecimiento de la urbe, donde se asentaron gran número de viajeros galos; tanto comerciantes como artesanos.

Cuando Hermann Künig pasó por Pamplona, Navarra aún no estaba integrada en la Corona de España; esa es la razón por la que el monje alemán dice en su guía que Logroño es la primera ciudad de España.

Su cercanía a la frontera francesa hizo que en los siglos posteriores tuviese una gran importancia militar; de ahí sus murallas y bastiones que fueron derribados en buena parte durante los dos últimos siglos, para facilitar el crecimiento urbano.

A la vera del rio Arga

En la actualidad, su cualidad de capital navarra; su industria, especialmente el automovilismo, y su sector de servicios, han posibilitado un crecimiento demográfico notable.

El peregrino que viene –y venía- del sur de Francia, penetraba en la ciudad tras cruzar el río Arga por el bello puente de la Magdalena, de época románica aunque con reformas posteriores. Su imagen recuerda la de otro originario de la misma época: el de Puente la Reina.

Algo más adelante se franquea la muralla por la Puerta de Francia para acceder a la calle Carmen, por donde el viajero alcanzará la catedral.

La Seo pamplonica es la obra más notable de la ciudad. Está asentada sobre el núcleo de la ciudad romana, la antigua Pompaelo, y se caracteriza por su complejidad arquitectónica. Hubo allí una iglesia románica, del propio Maestro Esteban, quien también trabajó en San Sernín de Toulouse, San Isidoro de León, y la catedral de Compostela.

Una catedral de varios estilos

La edificación románica se sustituyó por otra gótica, tras un derrumbe parcial ocurrido en el siglo XIV. La nueva obra respetaría la portada románica, pero esta acabó siendo demolida en el siglo XVIII, para levantar otra de estilo neoclásico, debida al arquitecto Ventura Rodríguez.

Lo más valioso del complejo catedralicio es el claustro, realizado entre 1280 y 1360; una deliciosa filigrana que lo sitúa como uno de los más bellos del gótico español. En torno a él se agrupan diversas dependencias de interés.

Hay otros templos de relativo valor en la ciudad, entre ellos el de san Cernín, con aspecto de fortaleza. Es originario del XIII y está dedicado a otro santo muy vinculado a la urbe, san Saturnino de Tolosa (conocido también como  san Cernín o san Sernín). Los datos sobre este son confusos; unos lo sitúan en el siglo I, otros en III. Es tradición que predicó en Pamplona y que él o alguno de sus discípulos bautizaría a Fermín, el futuro san Fermín.

San Sernín… y san Fermín

San Saturnino de Tolosa es patrono de la ciudad; su devoción arraigó en la Edad Media, cuando muchos francos se asentaron en el burgo que llevaba el propio nombre de san Sernín.

Ante la puerta del templo esta aún el pozo con cuya agua según la tradición- san Sernín bautizó a los primeros cristianos de Pamplona.

San Fermín fue obispo de Amiens y se le considera también como primer obispo de Pamplona. Su fiesta es famosa por los encierros de toros; popularizada en todo el mundo por los escritos de Ernest Hemingway. Hay una capilla neoclásica dedicada al santo; está en la iglesia de San Lorenzo y es un punto clave de los actos religiosos de las fiestas pamplonicas.

La población tiene como edificio civil más representativo el Ayuntamiento, de aire rococó, del siglo XVIII, famoso por ser el punto de arranque de las famosas fiestas de San Fermín.

Ayuntamiento de Pamplona

El Ayuntamiento de Pamplona cobra protagonismo festivo con el chupinazo, cohete que anuncia los Sanfermines. Imagen de José Holguera

El milagro del Calixtino

Detrás de este edificio se halla la iglesia de Santiago, en cuyo retablo hay una representación de un milagro narrado en el Código Calixtino: el del peregrino poitevino que, acompañado de su mujer y dos hijos, se encamina a Santiago con su yegua. En Pamplona la esposa enferma y se muere; el mesonero avaro que les dio cobijo dejó al peregrino sin dineros y sin el animal de carga. A la salida de Pamplona, el viajero se encontraría con un hombre al que le contó su desdicha, y este le prestó su asno para que hiciera el viaje.

A su llegada a Santiago, el poitevino comprobará que el benefactor era el propio Apóstol. Este le declaró su enfado con los mesoneros indignos que se aprovechan y roban al peregrino, y además le permitió seguir usando el asno para el retorno. En Pamplona, a la vuelta, el viajero se enterará que la maldición del Apóstol había caído sobre el mesonero, quien perdió la vida al caer de un asiento.

En el referido Código Calixtino, no sólo hay unas referencias muy negativas sobre los mesoneros, sino también sobre los propios navarros.

Sin embargo, la tradición peregrina de Pamplona es muy positiva. Hermann Künig fue unos de los grandes viajeros que destacó su hospitalidad.

Ciudad hospitalaria

Künig anuncia que cuando el peregrino cruce el puente sobre el Arga encontrará un hospital; y un poco más lejos otro; habla de los hospitales de Nuestra Señora, de Santa María Magdalena, y la casa (hof) de San Antón. Este último centro era la casa de la Orden de los Antonianos, que pervivió hasta avanzado el siglo XVI, y que se destruyó por las obras de la Ciudadela.

ciudadela de Pamplona

Los restos de la Ciudadela recuerdan el valor estratégico de Pamplona, ciudad cercana a la frontera francesa. Imagen de José Holguera

También alude Künig al convite que se hace cada día en torno a la catedral a “doce hermanos (peregrinos)”. Este es un convite tradicional del que hay diversas descripciones, entre ellas la de Domenico Laffi, que en el siglo XVII nos habla incluso del menú que se da a los peregrinos “en la misma puerta de la iglesia” mientras se canta la misa mayor. En el ágape no faltaba el pan, ni el vino, ni el caldo, además de dos preparados distintos de carne.

De la importancia jacobea de Pamplona nos da otra pista Hermann Künig en su guía, al describir el Camino Bajo o Niederstrasse. El monje alemán, indica al lector que para avanzar hacia Aquisgrán puede tomar, pasada Pamplona, un camino que sale a la izquierda. Se trata del que enlaza con Bayona a través del Alto de Belate: el conocido como Camino del Baztán.